Por consiguiente, hermanos, os ruego por
las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a
Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a
este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que
verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.
Durante
dos semanas hemos estado definiendo el don de la profecía y defendiendo
su relevancia en la actualidad. El domingo pasado, por la noche, dijimos que el
don de la profecía era muy diferente a la palabra verbal inspirada de los
apóstoles y profetas que escribieron la Biblia. La profecía está basada en la
revelación espontánea del Espíritu Santo, pero es falible y necesita ser
examinada porque nuestra percepción de la revelación, nuestra forma de razonar,
y nuestra inspiración, son falibles. La Biblia enseña que las propias palabras
de las Escrituras son inspiradas (2da de Timoteo 3:16). Pero aún así, el don
espiritual de la profecía es diferente a la inspiración de las Escrituras. La
profecía no garantiza que la información de la revelación de Dios será
infalible. Más bien, la Biblia nos enseña que debemos examinar estas profecías
y mantenernos fieles a todo lo bueno. De hecho, nos enseña que de esas
oportunas palabras ha de esperarse mucho bien (mucha edificación) en la
congregación.
EL PELIGRO DE SOBREESTIMAR EL ROL DE LA PROFECÍA
Ahora
bien, lo que trato de mostrar en el día de hoy, es que Dios no ha destinado el
don de la profecía como la manera usual de guiarnos para tomar decisiones con
respecto su voluntad divina. Pienso que es necesario hacer esta aclaración,
porque el descubrimiento de una nueva verdad espiritual casi siempre nos
hace sobrevalorar su papel en la vida cristiana. Pienso que este hecho (de
sobrevalorar el papel de una nueva verdad espiritual en la vida cristiana) es
fundamentalmente cierto en el caso de la profecía. Si realmente Dios nos
hablara hoy (o sea, si comenzáramos a sentirlo audiblemente), entonces, de
seguro por esta vía conoceríamos cuál es su voluntad en cuanto a los oficios,
parejas, inversiones, compras, y planes de viaje. Y muy pronto comenzaríamos a
abandonar el lenguaje de la sabiduría, de la comprensión, de la razón, de la
persuasión, y en su lugar, para casi todo, diríamos: «Dios me dijo que hiciera
esto», y «Dios me dijo que hiciera aquello».
Por
tanto, lo primero que quiero hacer mediante algunos ejemplos, es mostrarles que
el propio Pablo, quien tanto creía en el don de la profecía, no vivió su propia
vida guiándose por constantes mensajes del Señor, ni animó a otros a que lo
hicieran.
LA LÓGICA QUE PABLO USÓ PARA TOMAR LAS DECISIONES DE
LA VIDA
Por ejemplo, en Filipenses 2:25, Pablo dijo: “[…] creí
necesario enviaros a Epafrodito”. La palabra “creí” aquí significa consideré. O sea: «He considerado necesario enviarles a
Epafrodito». Pablo no tuvo una revelación del Señor. Él consideró el asunto, de acuerdo a las necesidades
de las circunstancias y a los principios de las Escrituras, y tomó su decisión
estando consciente de que la misma era agradable al Señor.
Otro
ejemplo lo tenemos en 1ra a los Corintios 16:4, donde el apóstol describe su
plan de esta manera: “Y si es conveniente que yo también vaya, irán conmigo”.
La palabra “conveniente” significa «apropiado» o «importante». Pablo está
cuestionando la conveniencia de esa decisión. Él hace una previsión guiándose,
no por una revelación profética en este caso, sino por una sobria evaluación de
lo que es apropiado e importante, teniendo en cuenta la situación y lo que él
conoce de Dios.
De esta misma forma, Pablo aconseja a otras personas.
Los corintios estaban involucrados en una disputa entre algunos miembros, pero
Pablo no les aconseja que pidieran una profecía; él les dice: “¿Acaso no hay entre vosotros algún hombre sabio que
pueda juzgar entre sus hermanos?” (1ra a los Corintios 6:5). Él espera que la
sabiduría espiritual sea utilizada en el curso natural de la vida para decidir
sobre las cuestiones que puedan surgir.
De
modo que estamos siendo advertidos para que no llevemos nuestro entusiasmo por
la profecía, más allá de los límites. La profecía no está concebida para
convertirse en nuestra forma usual de tomar los cientos de decisiones que
debemos tomar cada día.
¿POR QUÉ DIOS DISPONE LAS COSAS DE ESTA MANERA?
¿Por
qué pienso que es así? Pienso que la razón básica es esta: si vivimos nuestras
vidas basándonos, no en la sabiduría espiritual sino en las revelaciones
externas, no estaremos obligados a lidiar tan profundamente con la corrupción
de nuestros propios corazones y mentes.
Es posible que un siervo escuche las
órdenes de su amo y que las cumpla sin sentir un amor verdadero por su amo, o
sin querer parecerse a él. Pero si el amo deja de decirle al siervo los
detalles de lo que el quiere que se haga, y simplemente le dice: «Ve, y
compórtate como un buen representante mío en lo que tu decidas», entonces el
siervo estará forzado a considerar cómo es en realidad su amo, y cuán
profundamente su propio corazón y su mente concuerdan con los de su amo.
Dios
quiere que seamos conformes a la imagen de su hijo Jesucristo (Romanos 8:29),
no solo que obedezcamos externamente sus instrucciones. Dios quiere que veamos
de la manera que él ve, que deseemos lo mismo que él desea, que valoremos de la
manera él valora, y que nos disguste lo mismo que le disgusta a él. Y así,
cuando Dios nos llama a hacer su voluntad, no interrumpe toda esta
transformación interna necesaria para asemejarnos a Cristo.
TRES ASPECTOS CRUCIALES AL CONFIRMAR LA VOLUNTAD DE
DIOS
Esta
voluntad de Dios podemos verla más claramente en Romanos 12:2. Pablo da un gran
giro al cambiar de los asuntos altamente teológicos de los capítulos 9-11, a
las consideraciones prácticas de los capítulos 12-15; y dice justamente al
inicio, que la forma básica de cumplir la voluntad de Dios, es tener la
habilidad mental necesaria para discernir cuál es la voluntad de Dios ( “no os
adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra
mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno,
aceptable y perfecto”.
Este
versículo (Romanos 12:2) nos explica, al menos, tres pasos muy importantes para
poder confirmar cuál es la voluntad de Dios.
Primero: Nos muestra que la voluntad de Dios tiene que
ser verificada, o sea, debe examinarse, probarse, y
reconocerse. “Para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios […]”
Segundo:
Nos enseña que este examen, verificación y aceptación es realizado por la mente
cristiana: “transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que
verifiquéis […]” Es la mente del cristiano la que verifica cuál es la voluntad
de Dios.
Tercero: Nos muestra que para que tenga
lugar esta verificación, la mente tiene que ser renovada. “transformaos
mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis […]” El
razonamiento ordinario de los seres humanos no será capaz de examinar,
verificar, ni reconocer cuál es la buena, aceptable y perfecta voluntad de
Dios.
De
modo que podemos ver (¿cierto?), por qué Dios no haría de la profecía la manera
usual de descubrir cuál es su voluntad. De hacerlo, estaría minimizando, o
hasta evadiendo, esta transformación y renovación de nuestras mentes, que es
totalmente necesaria y crucial. Dios no quiere la mera obediencia externa a una
serie de reglas, o incluso, a una serie de profecías. Dios quiere personas que
sean muy, pero muy diferentes al mundo en cuanto a la clase de mente que
posean. Dios quiere que tengamos mentes que razonen como la suya, que vean como
la suya, y que sientan como la suya, a fin de que podamos tomar las decisiones
que el tomaría. Por lo tanto, no nos está diciendo que dejemos el pensamiento
atrás, y escuchemos los mensajes. Dios nos pide que cambiemos, que seamos
transformados, que ocurra una metamorfosis en nuestra manera de pensar. Él nos
dice: “transformaos mediante la renovación de vuestra mente”.
¿CÓMO PODEMOS SER TRANSFORMADOS EN NUESTRAS MENTES?
¿Cómo,
pues, ocurrirá en nosotros esta clase de transformación? ¿Cómo podemos renovar
nuestras mentes, a fin de que ya no pensemos igual al mundo, sino que seamos
capaces de pensar como Dios acerca del bien y del mal; de lo provechoso y lo
perjudicial; de lo bonito y lo feo; de lo verdadero y lo falso? Permítanme
señalarles cinco pasos bíblicos para lograrlo.
1. Reconoce Tu Necesidad de Renovación
Reconocer
que necesitamos una rofunda renovación de nuestra mente.
Efesios
4:17-18 describe nuestra condición sin esta renovación: “Esto digo, pues, y
afirmo juntamente con el Señor: que ya no andéis así como andan también los
gentiles, en la vanidad de su mente, 18 entenebrecidos en su entendimiento,
excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por
la dureza de su corazón”.
La
razón por la que digo que necesitamos una profunda renovación de nuestra mente,
es porque la raíz de nuestra vana forma de pensar, se extiende hasta lo más
profundo de nuestro duro corazón. Si seguimos el razonamiento de Pablo de
manera inversa, o sea, comenzando desde la raíz del corazón endurecido hasta el
terrible fruto de la vanidad, el análisis quedaría así: el endurecimiento del
corazón da origen a una ignorancia merecida, que a su vez da lugar a una
separación de Dios, la cual conlleva a un profundo oscurecimiento del
entendimiento, que trae como resultado final un increíble uso de la mente
humana al servicio de la vanidad. Cuando el corazón está apartado del amor de
Dios, la mente no conoce su función. La mente tropieza como un genio en la
oscuridad, cerca de un precipicio de destrucción. ¿Pudiéramos imaginar un hecho
más trágico y penosamente irónico que miles de hombres y mujeres brillantes e
intelectuales, escuchando la sentencia final: «Sus pensamientos fueron vanos;
nunca los conocí»?
Entonces,
el primer paso para alcanzar la renovación de nuestras mentes, es reconocer que
necesitamos una profunda renovación del corazón y de la mente.
2. Depende del Espíritu Santo
Depender
del Espíritu Santo paratener una menter enovada que apruebe la voluntad de
Dios.
Pablo
dice en Tito 3:5: “El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de
la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo”. El agente renovador es
el Espíritu Santo. No podemos renovarnos a nosotros mismos. La renovación
es una obra divina sobrenatural realizada por el Espíritu de Dios. Es
justamente tan maravillosa como lo es la revelación del Espíritu en el don de
la profecía. Y es más maravillosa que la profecía, porque Satanás puede copiar
la profecía (en la adivinación y la hechicería) pero no puede copiar la
renovación de la mente en la justicia y la santidad. La tarea principal del
Espíritu Santo no es darnos profecías acerca de la voluntad de Dios, sino
convertirnos en personas nuevas y santas que conozcan y amen la voluntad de
Dios.
Así
que el segundo paso para la renovación de nuestra mente es depender del
Espíritu Santo; descansar humildemente en él y no en nosotros mismos.
3. Ora por Entendimiento Espiritual
Rogar al Espíritu Santo que nos
dé entendimientoe spiritual a fin de poder discernir cuál es la voluntad
de Dios.
Sabemos
que Pablo hizo del entendimiento, uno de los temas de mayor importancia para
sus iglesias, porque es justamente lo que pide para ellas una y otra vez. Por
ejemplo, en Filipenses 1:9-10 dice: “Y esto pido en oración: que vuestro amor
abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, a fin
de que escojáis lo mejor, para que seáis puros e irreprensibles para el día de
Cristo”. La abundancia del amor, con conocimiento y entendimiento, es producto
de la renovación de la mente, que puede examinar, verificar y aceptar las
excelencias del Señor. Y Pablo busca esta renovación mediante la oración.
En Colosenses 1: 9 tenemos otro ejemplo: “[…] no hemos
cesado de orar por vosotros y de rogar que seáis llenos del conocimiento de su
voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual”. ¿Queremos ser saturados
del conocimiento de la voluntad de Dios? Sí, ¡es el deseo de nuestro corazón!
Entonces (según Pablo) necesitamos sabiduría y comprensión espiritual; o sea,
necesitamos ser renovados en el espíritu de nuestras mentes (Efesios
4:23). Y eso es lo que Pablo pide, “sin cesar”, en sus oraciones
(“no hemos cesado de orar por vosotros”).
Entonces,
el tercer paso para alcanzar una mente renovada, es orar por ella.
Debemos pedirla, buscarla, Debemos tocar a la puerta. “[…] ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas
11:13).
4. Enfócate en la Gloria de Dios
Enfocar
nuestra atención en la gloria de Dios
Para
comprender este paso de una forma más clara, vayamos a 2da a los
Corintios 3:18, “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando
como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma
imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”. Contemplando
la gloria del Señor, somos transformados; nos transformamos en aquello que
contemplamos; vivimos como aquello que más contemplamos.
Consideremos
2da a los Corintios 4:16-18, “Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque
nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se
renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un
eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista
en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven
son temporales, pero las que no se ven son eternas”.
La
renovación diaria del hombre interior (de la persona que verifica cuál es la
voluntad de Dios) no viene de observar al mundo con toda su gloria fugaz;
sino, de observar las grandezas ocultas de la eternidad, las cuales
resplandecen mediante la gloria de Dios.
CONCLUSIÓN
Entonces,
para resumir, vuelvo a hacer la misma afirmación: El don de la profecía, el
cual es precioso y edificador, no está destinado a ser la manera usual de
conocer la voluntad de Dios. Más bien, la manera usual de conocer la voluntad
de Dios es probar (examinar, verificar, y aceptar) la voluntad de Dios mediante
una mente renovada. Ahora, les pregunto:
1.
¿Pueden ver cuán profundamente necesitan
que sus mentes sean renovadas?
2.
¿Confían en la obra del Espíritu Santo?
3.
¿Oran sin cesar, para que se les conceda
sabiduría espiritual y entendimiento?
4. ¿Contemplan constantemente la gloria de
Dios en todo lo que es eterno (en el rostro de Jesucristo, en la Biblia)? En
este mundo, la única manera de transformarnos en personas semejantes a Cristo,
es contemplando a Cristo en el mundo.
“¡Cuán
bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se
detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los
escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley
medita de día y de noche!” (Proverbios 4:14).
¿Realmente
lo hacemos? ¿Lo hacemos día y noche? Aquí tenemos la única manera de
conocer la voluntad de Dios: Llegando a ser aquello que contemplamos.
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