Los protestantes consideran hoy al romanismo con más
favor que años atrás. En los países donde no predomina y donde los partidarios
del papa siguen una política de conciliación para ganar influjo, se nota una
indiferencia creciente respecto a las doctrinas que separan a las iglesias
reformadas de la jerarquía papal; entre los protestantes está ganando terreno
la opinión de que, al fin y al cabo, en los puntos vitales las divergencias no
son tan grandes como se suponía, y que unas pequeñas concesiones de su parte
los pondrían en mejor inteligencia con Roma. Tiempo hubo en que los
protestantes estimaban altamente la libertad de conciencia adquirida a costa de
tantos sacrificios. Enseñaban a sus hijos a tener en aborrecimiento al papado y
sostenían que tratar de congeniar con Roma equivaldría a traicionar la causa de
Dios. Pero ¡cuán diferentes son los sentimientos expresados hoy! CS 551.1
Los defensores del papado declaran que la iglesia ha
sido calumniada, y el mundo protestante se inclina a creerlo. Muchos sostienen
que es injusto juzgar a la iglesia de nuestros días por las abominaciones y los
absurdos que la caracterizaron cuando dominaba en los siglos de ignorancia y de
tinieblas. Tratan de excusar sus horribles crueldades como si fueran resultado
de la barbarie de la época, y arguyen que las influencias de la civilización
moderna han modificado los sentimientos de ella. CS 552.1
¿Habrán olvidado estas personas las pretensiones de
infalibilidad sostenidas durante ochocientos años por tan altanero poder? Lejos
de abandonar este aserto lo ha afirmado en el siglo XIX de un modo más positivo
que nunca antes. Como Roma asegura que la iglesia “nunca erró; ni errará jamás,
según las Escrituras” (J. L. Von Mosheim, Institutes
of Ecclesiastical History, libro 3, siglo XI, parte 2, cap. 2, nota 17), ¿cómo
podrá renunciar a los principios que amoldaron su conducta en las edades
pasadas? CS 552.2
La iglesia papal no abandonará nunca su pretensión a
la infalibilidad. Todo lo que ha hecho al perseguir a los que rechazaban sus
dogmas lo da por santo y bueno; ¿y quién asegura que no volvería a las andadas
siempre que se le presentase la oportunidad? Deróguense las medidas
restrictivas impuestas en la actualidad por los gobiernos civiles y déjese a
Roma que recupere su antiguo poder y se verán resucitar en el acto su tiranía y
sus persecuciones. CS 552.3
Un conocido autor dice, acerca de la actitud de la
jerarquía papal hacia la libertad de conciencia y acerca de los peligros
especiales que corren los Estados Unidos si tiene éxito la política de dicha
jerarquía: CS 552.4
“Son muchos los que atribuyen al fanatismo o a la
puerilidad todo temor expresado acerca del catolicismo romano en los Estados
Unidos. Los tales no ven en el carácter y actitud del romanismo nada que sea
hostil a nuestras libres instituciones, y no ven tampoco nada inquietante en el
incremento de aquel. Comparemos, pues, primero, algunos de los principios
fundamentales de nuestro gobierno con los de la Iglesia Católica. CS 552.5
“La Constitución de los Estados Unidos garantiza la
libertad de conciencia. Nada hay más precioso ni de importancia tan
fundamental. El papa Pío IX, en su encíclica del 15 de agosto de 1854, dice:
‘Las doctrinas o extravagancias absurdas y erróneas en favor de la libertad de
conciencia, son unos de los errores más pestilentes: una de las pestes que más
se debe temer en un estado’. El mismo papa, en su encíclica del 8 de diciembre
de 1864, anatematizó ‘a los que sostienen la libertad de conciencia y de cultos’
como también ‘a cuantos aseveran que la iglesia no puede emplear la fuerza’. CS 552.6
“El tono pacífico que Roma emplea en los Estados
Unidos no implica un cambio de sentimientos. Es tolerante cuando es impotente.
El obispo O’Connor dice: ‘La libertad religiosa se soporta tan solo hasta que
se pueda practicar lo opuesto sin peligro para el mundo católico’. [...] El
arzobispo de Saint Louis dijo un día: ‘La herejía y la incredulidad son
crímenes; y en los países cristianos como Italia y España, por ejemplo, donde
todo el pueblo es católico y donde la religión católica es parte esencial de la
ley del país, se las castiga como a los demás crímenes’. [...]. CS 553.1
“Todo cardenal, arzobispo y obispo de la Iglesia
Católica, presta un juramento de obediencia al papa, en el cual se encuentran
las siguientes palabras: ‘Me opondré a los herejes, cismáticos y rebeldes
contra nuestro señor (el papa), o sus sucesores y los perseguiré con todo mi
poder’” (J. Strong, Our Country, cap.
5, párrs. 2-4).[(véase el Apéndice de referencias corregido)] CS 553.2
Es cierto que hay verdaderos cristianos en la Iglesia
Católica romana. En ella, millares de personas sirven a Dios según las mejores
luces que tienen. Les es prohibido leer su Palabra (véase el Apéndice), debido a lo cual no pueden discernir
la verdad. Nunca han visto el contraste que existe entre el culto o servicio
vivo rendido con el corazón y una serie de meras formas y ceremonias. Dios mira
con tierna misericordia a esas almas educadas en una fe engañosa e
insuficiente. Hará penetrar rayos de luz a través de las tinieblas que las
rodean. Les revelará la verdad tal cual es en Jesús y muchos se unirán aún a su
pueblo. CS 553.3
Pero el romanismo, como sistema, no está actualmente
más en armonía con el evangelio de Cristo que en cualquier otro período de su
historia. Las iglesias protestantes se hallan sumidas en grandes tinieblas,
pues de lo contrario discernirían las señales de los tiempos. La iglesia romana
abarca mucho en sus planes y modos de operación. Emplea toda clase de
estratagemas para extender su influencia y aumentar su poder, mientras se
prepara para una lucha violenta y resuelta a fin de recuperar el gobierno del
mundo, restablecer las persecuciones y deshacer todo lo que el protestantismo
ha hecho. El catolicismo está ganando terreno en todas direcciones. Véase el
número creciente de sus iglesias y capillas en los países protestantes. Nótese
en Norteamérica la popularidad de sus colegios y seminarios, tan patrocinados
por los protestantes. Piénsese en la extensión del ritualismo en Inglaterra y
en las frecuentes deserciones a las filas católicas. Estos hechos deberían
inspirar ansiedad a todos los que aprecian los puros principios del evangelio. CS 553.4
Los protestantes se han entremetido con el papado y lo
han patrocinado; han hecho transigencias y concesiones que sorprenden a los
mismos papistas y les resultan incomprensibles. Los hombres cierran los ojos
ante el verdadero carácter del romanismo, ante los peligros que hay que temer
de su supremacía. Hay necesidad de despertar al pueblo para hacerle rechazar
los avances de este enemigo peligrosísimo de la libertad civil y religiosa. CS 554.1
Muchos protestantes suponen que la religión católica
no es atractiva y que su culto es una serie de ceremonias áridas y sin
significado. Pero están equivocados. Si bien el romanismo se basa en el engaño,
no es una impostura grosera ni desprovista de arte. El culto de la iglesia
romana es un ceremonial que impresiona profundamente. Lo brillante de sus
ostentaciones y la solemnidad de sus ritos fascinan los sentidos del pueblo y
acallan la voz de la razón y de la conciencia. Todo encanta a la vista. Sus soberbias
iglesias, sus procesiones imponentes, sus altares de oro, sus relicarios de
joyas, sus pinturas escogidas y sus exquisitas esculturas, todo apela al amor
de la belleza. Al oído también se le cautiva. Su música no tiene igual. Los
graves acordes del órgano poderoso, unidos a la melodía de numerosas voces que
resuenan y repercuten por entre las elevadas naves y columnas de sus grandes
catedrales, no pueden dejar de producir en los espíritus impresiones de respeto
y reverencia. CS 554.2
Este esplendor, esta pompa y estas ceremonias
exteriores, que no sirven más que para dejar burlados los anhelos de las almas
enfermas de pecado, son clara evidencia de la corrupción interior. La religión
de Cristo no necesita de tales atractivos para hacerse recomendable. Bajo los
rayos de luz que emite la cruz, el verdadero cristianismo se muestra tan puro y
tan hermoso, que ninguna decoración exterior puede realzar su verdadero valor.
Es la hermosura de la santidad, o sea un espíritu manso y apacible, lo que
tiene valor delante de Dios. CS 554.3
La brillantez del estilo no es necesariamente indicio
de pensamientos puros y elevados. Encuéntranse a menudo conceptos del arte y
refinamientos del gusto en espíritus carnales y sensuales. Satanás suele
valerse a menudo de ellos para hacer olvidar a los hombres las necesidades del
alma, para hacerles perder de vista la vida futura e inmortal, para alejarlos
de su Salvador infinito e inducirlos a vivir para este mundo solamente. CS 554.4
Una religión de ceremonias exteriores es propia para
atraer al corazón irregenerado. La pompa y el ceremonial del culto católico
ejercen un poder seductor, fascinador, que engaña a muchas personas, las cuales
llegan a considerar a la iglesia romana como la verdadera puerta del cielo.
Solo pueden resistir su influencia los que pisan con pie firme en el fundamento
de la verdad y cuyos corazones han sido regenerados por el Espíritu de Dios.
Millares de personas que no conocen por experiencia a Cristo, serán llevadas a
aceptar las formas de una piedad sin poder. Semejante religión es,
precisamente, lo que las multitudes desean. CS 555.1
El hecho de que la iglesia asevere tener el derecho de
perdonar pecados induce a los romanistas a sentirse libres para pecar; y el
mandamiento de la confesión sin la cual ella no otorga su perdón, tiende además
a dar bríos al mal. El que se arrodilla ante un hombre caído y le expone en la
confesión los pensamientos y deseos secretos de su corazón, rebaja su dignidad
y degrada todos los nobles instintos de su alma. Al descubrir los pecados de su
alma a un sacerdote—mortal desviado y pecador, y demasiado a menudo corrompido
por el vino y la impureza—el hombre rebaja el nivel de su carácter y
consecuentemente se corrompe. La idea que tenía de Dios resulta envilecida a
semejanza de la humanidad caída, pues el sacerdote hace el papel de
representante de Dios. Esta confesión degradante de hombre a hombre es la
fuente secreta de la cual ha brotado gran parte del mal que está corrompiendo
al mundo y lo está preparando para la destrucción final. Sin embargo, para todo
aquel a quien le agrada satisfacer sus malas tendencias, es más fácil
confesarse con un pobre mortal que abrir su alma a Dios. Es más grato a la
naturaleza humana hacer penitencia que renunciar al pecado; es más fácil mortificar
la carne usando cilicios, ortigas y cadenas desgarradoras que renunciar a los
deseos carnales. Harto pesado es el yugo que el corazón carnal está dispuesto a
cargar antes de doblegarse al yugo de Cristo. CS 555.2
Hay una semejanza sorprendente entre la iglesia de
Roma y la iglesia judaica del tiempo del primer advenimiento de Cristo.
Mientras los judíos pisoteaban secretamente todos los principios de la ley de
Dios, en lo exterior eran estrictamente rigurosos en la observancia de los
preceptos de ella, recargándola con exacciones y tradiciones que hacían difícil
y pesado el cumplir con ella. Así como los judíos profesaban reverenciar la
ley, así también los romanistas dicen reverenciar la cruz. Exaltan el símbolo
de los sufrimientos de Cristo, al par que niegan con sus vidas a Aquel a quien
ese símbolo representa. CS 555.3
Los papistas colocan la cruz sobre sus iglesias, sobre
sus altares y sobre sus vestiduras. Por todas partes se ve la insignia de la
cruz. Por todas partes se la honra y exalta exteriormente. Pero las enseñanzas
de Cristo están sepultadas bajo un montón de tradiciones absurdas,
interpretaciones falsas y exacciones rigurosas. Las palabras del Salvador
respecto a los judíos hipócritas se aplican con mayor razón aún a los jefes de
la Iglesia Católica romana: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las
ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos mismos no quieren moverlas
con un dedo suyo”. Mateo 23:4 (VM).
Almas concienzudas quedan presa constante del terror, temiendo la ira de
un Dios ofendido, mientras muchos de los dignatarios de la iglesia viven en el
lujo y los placeres sensuales. CS 556.1
El culto de las imágenes y reliquias, la invocación de
los santos y la exaltación del papa son artificios de Satanás para alejar de
Dios y de su Hijo el espíritu del pueblo. Para asegurar su ruina, se esfuerza
en distraer su atención del Único que puede asegurarles la salvación. Dirigirá
las almas hacia cualquier objeto que pueda sustituir a Aquel que dijo: “¡Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso!” Mateo 11:28 (VM). CS 556.2
Satanás se esfuerza siempre en presentar de un modo
falso el carácter de Dios, la naturaleza del pecado y las verdaderas
consecuencias que tendrá la gran controversia. Sus sofismas debilitan el
sentimiento de obligación para con la ley divina y dan a los hombres libertad
para pecar. Al mismo tiempo les hace aceptar falsas ideas acerca de Dios, de
suerte que le miran con temor y odio más bien que con amor. Atribuye al Creador
la crueldad inherente a su propio carácter, la incorpora en sistemas religiosos
y le da expresión en diversas formas de culto. Sucede así que las inteligencias
de los hombres son cegadas y Satanás se vale de ellos como de sus agentes para
hacer la guerra a Dios. Debido a conceptos erróneos de los atributos de Dios,
las naciones paganas fueron inducidas a creer que los sacrificios humanos eran
necesarios para asegurarse el favor divino; y perpetráronse horrendas
crueldades bajo las diversas formas de la idolatría. CS 556.3
La Iglesia Católica romana, al unir las formas del
paganismo con las del cristianismo, y al presentar el carácter de Dios bajo
falsos colores, como lo presentaba el paganismo, recurrió a prácticas no menos
crueles, horrorosas y repugnantes. En tiempo de la supremacía romana, había
instrumentos de tortura para obligar a los hombres a aceptar sus doctrinas.
Existía la hoguera para los que no querían hacer concesiones a sus exigencias.
Hubo horribles matanzas de tal magnitud que nunca será conocida hasta que sea
manifestada en el día del juicio. Dignatarios de la iglesia, dirigidos por su
maestro Satanás, se afanaban por idear nuevos refinamientos de tortura que
hicieran padecer lo indecible sin poner término a la vida de la víctima. En
muchos casos el proceso infernal se repetía hasta los límites extremos de la
resistencia humana, de manera que la naturaleza quedaba rendida y la víctima
suspiraba por la muerte como por dulce alivio. CS 556.4
Tal era la suerte de los adversarios de Roma. Para sus
adherentes disponía de la disciplina del azote, del tormento del hambre y de la
sed, y de las mortificaciones corporales más lastimeras que se puedan imaginar.
Para asegurarse el favor del cielo, los penitentes violaban las leyes de Dios
al violar las leyes de la naturaleza. Se les enseñaba a disolver los lazos que
Dios instituyó para bendecir y amenizar la estada del hombre en la tierra. Los
cementerios encierran millones de víctimas que se pasaron la vida luchando en
vano para dominar los afectos naturales, para refrenar como ofensivos a Dios
todo pensamiento y sentimiento de simpatía hacia sus semejantes. CS 557.1
Si deseamos comprender la resuelta crueldad de
Satanás, manifestada en el curso de los siglos, no entre los que jamás oyeron
hablar de Dios, sino en el corazón mismo de la cristiandad y por toda su extensión,
no tenemos más que echar una mirada en la historia del romanismo. Por medio de
ese gigantesco sistema de engaño, el príncipe del mal consigue su objeto de
deshonrar a Dios y de hacer al hombre miserable. Y si consideramos lo bien que
logra enmascararse y hacer su obra por medio de los jefes de la iglesia, nos
daremos mejor cuenta del motivo de su antipatía por la Biblia. Siempre que sea
leído este libro, la misericordia y el amor de Dios saltarán a la vista, y se
echará de ver que Dios no impone a los hombres ninguna de aquellas pesadas
cargas. Todo lo que él pide es un corazón contrito y un espíritu humilde y
obediente. CS 557.2
Cristo no dio en su vida ningún ejemplo que autorice a
los hombres y mujeres a encerrarse en monasterios so pretexto de prepararse
para el cielo. Jamás enseñó que debían mutilarse los sentimientos de amor y
simpatía. El corazón del Salvador rebosaba de amor. Cuanto más se acerca el
hombre a la perfección moral, tanto más delicada es su sensibilidad, tanto más
vivo su sentimiento del pecado y tanto más profunda su simpatía por los
afligidos. El papa dice ser el vicario de Cristo; ¿pero puede compararse su carácter
con el de nuestro Salvador? ¿Se vio jamás a Cristo condenar hombres a la cárcel
o al tormento porque se negaran a rendirle homenaje como Rey del cielo? ¿Acaso
se le oyó condenar a muerte a los que no le aceptaban? Cuando fue menospreciado
por los habitantes de un pueblo samaritano, el apóstol Juan se llenó de
indignación y dijo: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del
cielo, y los consuma, como hizo Elías?” Jesús miró a su discípulo con compasión
y le reprendió por su aspereza, diciendo: “El Hijo del hombre no ha venido para
perder las almas de los hombres, sino para salvarlas”. Lucas 9:54, 56. ¡Cuán diferente del de su
pretendido vicario es el espíritu manifestado por Cristo! CS 557.3
La Iglesia Católica le pone actualmente al mundo una
cara apacible, y presenta disculpas por sus horribles crueldades. Se ha puesto
vestiduras como las de Cristo; pero en realidad no ha cambiado. Todos los
principios formulados por el papismo en edades pasadas subsisten en nuestros
días. Las doctrinas inventadas en los siglos más tenebrosos siguen profesándose
aún. Nadie se engañe. El papado que los protestantes están ahora tan dispuestos
a honrar, es el mismo que gobernaba al mundo en tiempos de la Reforma, cuando
se levantaron hombres de Dios con peligro de sus vidas para denunciar la
iniquidad de él. El romanismo sostiene las mismas orgullosas pretensiones con que
supo dominar sobre reyes y príncipes y arrogarse las prerrogativas de Dios. Su
espíritu no es hoy menos cruel ni despótico que cuando destruía la libertad
humana y mataba a los santos del Altísimo. CS 558.1
El papado es precisamente lo que la profecía declaró
que sería: la apostasía de los postreros días. 2 Tesalonicenses 2:3, 4. Forma parte de su
política asumir el carácter que le permita realizar mejor sus fines; pero bajo
la apariencia variable del camaleón oculta el mismo veneno de la serpiente.
Declara: “No hay que guardar la palabra empeñada con herejes, ni con personas
sospechosas de herejía”. Lenfant, Histoire du Concile de Constance 1:493.
¿Será posible que este poder cuya historia se escribió durante mil años con la
sangre de los santos, sea ahora reconocido como parte de la iglesia de Cristo? CS 558.2
No sin razón se ha asegurado que en los países
protestantes el catolicismo no difiere ya tanto del protestantismo como antes.
Se ha verificado un cambio; pero no es el papado el que ha cambiado. El
catolicismo se parece mucho en verdad al protestantismo de hoy día debido a lo
mucho que este ha degenerado desde los días de los reformadores. CS 559.1
Mientras las iglesias protestantes han estado buscando
el favor del mundo, una falsa caridad las ha cegado. Se figuran que es justo
pensar bien de todo mal; y el resultado inevitable será que al fin pensarán mal
de todo bien. En lugar de salir en defensa de la fe que fue dada antiguamente a
los santos, no parecen sino disculparse ante Roma por haberla juzgado con tan
poca caridad y pedirle perdón por la estrechez de miras que manifestaron. CS 559.2
Muchos, aun entre los que no favorecen al romanismo,
se dan poca cuenta del peligro con que les amenaza el poder y la influencia de
Roma. Insisten en que las tinieblas intelectuales y morales que prevalecían en
la Edad Media favorecían la propagación de sus dogmas y supersticiones junto
con la opresión, y que el mayor caudal de inteligencia de los tiempos modernos,
la difusión general de conocimientos y la libertad siempre mayor en materia de
religión, impiden el reavivamiento de la intolerancia y de la tiranía. Se
ridiculiza la misma idea de que pudiera volver un estado de cosas semejante en
nuestros tiempos de luces. Es verdad que sobre esta generación brilla mucha luz
intelectual, moral y religiosa. De las páginas abiertas de la santa Palabra de
Dios, ha brotado luz del cielo sobre la tierra. Pero no hay que olvidar que
cuanto mayor sea la luz concedida, tanto más densas también son las tinieblas
de aquellos que la pervierten o la rechazan. CS 559.3
Un estudio de la Biblia hecho con oración mostraría a
los protestantes el verdadero carácter del papado y se lo haría aborrecer y
rehuir; pero muchos son tan sabios en su propia opinión que no sienten ninguna
necesidad de buscar humildemente a Dios para ser conducidos a la verdad. Aunque
se enorgullecen de su ilustración, desconocen tanto las Sagradas Escrituras
como el poder de Dios. Necesitan algo para calmar sus conciencias, y buscan lo
que es menos espiritual y humillante. Lo que desean es un modo de olvidar a
Dios, pero que parezca recordarlo. El papado responde perfectamente a las
necesidades de todas esas personas. Es adecuado a dos clases de seres humanos
que abarcan casi a todo el mundo: los que quisieran salvarse por sus méritos, y
los que quisieran salvarse en sus pecados. Tal es el secreto de su poder. CS 559.4
Ha quedado probado cuánto favorecieron el éxito del
papado los períodos de tinieblas intelectuales. También quedará demostrado que
una época de grandes luces intelectuales es igualmente favorable a su triunfo. En
otro tiempo, cuando los hombres no poseían la Palabra de Dios ni conocían la
verdad, sus ojos estaban vendados y miles cayeron en la red que no veían
tendida ante sus pies. En esta generación, son muchos aquellos cuyos ojos están
ofuscados por el brillo de las especulaciones humanas, o sea por la “falsamente
llamada ciencia”; no alcanzan a ver la red y caen en ella tan fácilmente como
si tuviesen los ojos vendados. Dios dispuso que las facultades intelectuales
del hombre fuesen consideradas como don de su Creador y que fuesen empleadas en
provecho de la verdad y de la justicia; pero cuando se fomenta el orgullo y la
ambición y los hombres exaltan sus propias teorías por encima de la Palabra de
Dios, entonces la inteligencia puede causar mayor perjuicio que la ignorancia.
Por esto, la falsa ciencia de nuestros días, que mina la fe en la Biblia,
preparará tan seguramente el camino para el triunfo del papado con su
formalismo agradable, como el oscurantismo lo preparó para su engrandecimiento
en la Edad Media. CS 560.1
En los movimientos que se realizan actualmente en los
Estados Unidos de Norteamérica para asegurar el apoyo del estado a las
instituciones y prácticas de la iglesia, los protestantes están siguiendo las
huellas de los papistas. Más aún, están abriendo la puerta para que el papado
recobre en la América protestante la supremacía que perdió en el Viejo Mundo. Y
lo que da más significado a esta tendencia es la circunstancia de que el objeto
principal que se tiene en vista es imponer la observancia del domingo,
institución que vio la luz en Roma y que el papado proclama como signo de su
autoridad. Es el espíritu del papado, es decir, el espíritu de conformidad con
las costumbres mundanas, la mayor veneración por las tradiciones humanas que
por los mandamientos de Dios, el que está penetrando en las iglesias
protestantes e induciéndolas a hacer la misma obra de exaltación del domingo
que el papado hizo antes que ellas. CS 560.2
Si el lector quiere saber cuáles son los medios que se
emplearán en la contienda por venir, no tiene más que leer la descripción de
los que Roma empleó con el mismo fin en siglos pasados. Si desea saber cómo los
papistas unidos a los protestantes procederán con los que rechacen sus dogmas,
considere el espíritu que Roma manifestó contra el sábado y sus defensores. CS 560.3
Edictos reales, concilios generales y ordenanzas de la
iglesia sostenidos por el poder civil fueron los peldaños por medio de los
cuales el día de fiesta pagano alcanzó su puesto de honor en el mundo
cristiano. La primera medida pública que impuso la observancia del domingo fue
la ley promulgada por Constantino (año 321 d. C.; véase el Apéndice). Dicho edicto requería que los
habitantes de las ciudades descansaran en “el venerable día del sol”, pero
permitía a los del campo que prosiguiesen sus faenas agrícolas. A pesar de ser
en realidad ley pagana, fue impuesta por el emperador después que hubo aceptado
nominalmente el cristianismo. CS 561.1
Como el mandato real no parecía sustituir de un modo
suficiente la autoridad divina, Eusebio, obispo que buscó el favor de los
príncipes y amigo íntimo y adulador especial de Constantino, aseveró que Cristo
había transferido el día de reposo del sábado al domingo. No se pudo aducir una
sola prueba de las Santas Escrituras en favor de la nueva doctrina. Eusebio
mismo reconoce involuntariamente la falsedad de ella y señala a los verdaderos
autores del cambio. “Nosotros hemos transferido al domingo, día del
Señor—dice—todas las cosas que debían hacerse en el sábado” (Robert Cox, Sabbath Laws and Sabbath Duties,
p. 538). Pero por infundado que fuese el argumento en favor del domingo,
sirvió para envalentonar a los hombres y animarlos a pisotear el sábado del
Señor. Todos los que deseaban ser honrados por el mundo aceptaron el día
festivo popular. CS 561.2
Con el afianzamiento del papado fue enalteciéndose más
y más la institución del domingo. Por algún tiempo el pueblo siguió ocupándose
en los trabajos agrícolas fuera de las horas de culto, y el séptimo día, o
sábado, siguió siendo considerado como el día de reposo. Pero lenta y
seguramente fue efectuándose el cambio. Se prohibió a los magistrados que
fallaran en lo civil los domingos. Poco después se dispuso que todos sin
distinción de clase social se abstuviesen del trabajo ordinario, so pena de
multa para los señores y de azotes para los siervos. Más tarde se decretó que
los ricos serían castigados con la pérdida de la mitad de sus bienes y que
finalmente, si se obstinaban en desobedecer, se les hiciese esclavos. Los de
las clases inferiores debían sufrir destierro perpetuo. CS 561.3
Se recurrió también a los milagros. Entre otros casos
maravillosos, se refería que un campesino que iba a labrar su campo en día
domingo limpió su arado con un hierro que le penetró en la mano, y por dos años
enteros no lo pudo sacar, “sufriendo con ello mucho dolor y vergüenza” (Francis West, Historical and Practical Discourse
on the Lords Day, p. 174). CS 561.4
Más tarde, el papa ordenó que los sacerdotes del campo
amonestasen a los que violasen el domingo y los indujeran a venir a la iglesia
para rezar, no fuese que atrajesen alguna gran calamidad sobre sí mismos y
sobre sus vecinos. Un concilio eclesiástico adujo el argumento tan
frecuentemente empleado desde entonces, y hasta por los protestantes, de que en
vista de que algunas personas habían sido muertas por el rayo mientras
trabajaban en día domingo, ese debía ser el día de reposo. “Es evidente—decían
los prelados—cuán grande era el desagrado de Dios al verlos despreciar ese
día”. Luego se dirigió un llamamiento para que los sacerdotes y ministros,
reyes y príncipes y todos los fieles “hicieran cuanto les fuera posible para
que ese día fuese repuesto en su honor y para que fuese más devotamente
observado en lo por venir, para honra de la cristiandad” (Thomas Morer, Discourse in Six Dialogues on the
Name, Notion, and Observation of the Lords Day, p. 271). CS 562.1
Como los decretos de los concilios resultaran
insuficientes, se instó a las autoridades civiles a promulgar un edicto que
inspirase terror al pueblo y le obligase a abstenerse de trabajar el domingo.
En un sínodo reunido en Roma, todos los decretos anteriores fueron confirmados
con mayor fuerza y solemnidad, incorporados en la ley eclesiástica y puestos en
vigencia por las autoridades civiles en casi toda la cristiandad (véase Heylyn, History of the Sabbath, parte
2, cap. 5, sec. 7). CS 562.2
A pesar de esto la falta de autoridad bíblica en favor
de la observancia del domingo no originaba pocas dificultades. El pueblo ponía
en tela de juicio el derecho de sus maestros para echar a un lado la
declaración positiva de Jehová: “El séptimo día sábado es del Señor tu Dios” a
fin de honrar el día del Sol. Se necesitaban otros expedientes para suplir la
falta de testimonios bíblicos. Un celoso defensor del domingo que visitó a
fines del siglo XII las iglesias de Inglaterra, encontró resistencia por parte
de testigos fieles de la verdad; sus esfuerzos resultaron tan inútiles que
abandonó el país por algún tiempo en busca de medios que le permitiesen apoyar
sus enseñanzas. Cuando regresó, la falta había sido suplida y entonces tuvo
mayor éxito. Había traído consigo un rollo que presentaba como del mismo Dios,
y que contenía el mandamiento que se necesitaba para la observancia del
domingo, con terribles amenazas para aterrar a los desobedientes. Se afirmaba
que ese precioso documento, fraude tan vil como la institución misma que
pretendía afianzar, había caído del cielo y había sido encontrado en Jerusalén
sobre el altar de San Simeón, en el Gólgota. Pero en realidad, de donde
procedía era del palacio pontifical de Roma. La jerarquía papal consideró
siempre como legítimos los fraudes y las adulteraciones que favoreciesen el
poder y la prosperidad de la iglesia. CS 562.3
El rollo prohibía trabajar desde la hora novena (tres
de la tarde) del sábado hasta la salida del sol el lunes; y su autoridad se
declaraba confirmada por muchos milagros. Se decía que personas que habían
trabajado más allá de la hora señalada habían sufrido ataques de parálisis. Un
molinero que intentó moler su trigo vio salir en vez de harina un chorro de
sangre y la rueda del molino se paró a pesar del buen caudal de agua. Una mujer
que había puesto masa en el horno la encontró cruda al sacarla, no obstante
haber estado el horno muy caliente. Otra que había preparado su masa para cocer
el pan a la hora novena, pero resolvió ponerla a un lado hasta el lunes, la
encontró convertida en panes y cocida por el poder divino. Un hombre que coció
pan después de la novena hora del sábado, encontró, al partirlo por la mañana
siguiente, que salía sangre de él. Mediante tales invenciones absurdas y supersticiosas
fue cómo los abogados del domingo trataron de hacerlo sagrado. Véase Rogelio de
Hoveden, Annals 2:528-530. CS 563.1
Tanto en Escocia como en Inglaterra se logró hacer
respetar mejor el domingo mezclándolo en parte con el sábado antiguo. Pero
variaba el tiempo que se debía guardar como sagrado. Un edicto del rey de
Escocia declaraba que “se debía considerar como santo el sábado a partir del
medio día” y que desde ese momento hasta el lunes nadie debía ocuparse en
trabajos mundanos. Morer, 290, 291. CS 563.2
Pero a pesar de todos los esfuerzos hechos para
establecer la santidad del domingo, los mismos papistas confesaban públicamente
la autoridad divina del sábado y el origen humano de la institución que lo
había suplantado. En el siglo XVI un concilio papal ordenó explícitamente:
“Recuerden todos los cristianos que el séptimo día fue consagrado por Dios y
aceptado y observado no solo por los judíos, sino también por todos los que
querían adorar a Dios; no obstante nosotros los cristianos hemos cambiado el
sábado de ellos en el día del Señor, domingo”. Ibíd., 281, 282. Los que
estaban pisoteando la ley divina no ignoraban el carácter de la obra que
estaban realizando. Se estaban colocando deliberadamente por encima de Dios. CS 563.3
Un ejemplo sorprendente de la política de Roma contra
los que no concuerdan con ella se encuentra en la larga y sangrienta
persecución de los valdenses, algunos de los cuales observaban el sábado. Otros
sufrieron de modo parecido por su fidelidad al cuarto mandamiento. La historia
de las iglesias de Etiopía, o Abisinia, es especialmente significativa. En
medio de las tinieblas de la Edad Media, se perdió de vista a los cristianos
del África central, quienes, olvidados del mundo, gozaron de plena libertad en
el ejercicio de su fe. Pero al fin Roma descubrió su existencia y el emperador
de Abisinia fue pronto inducido a reconocer al papa como vicario de Cristo.
Esto fue principio de otras concesiones. Se proclamó un edicto que prohibía la
observancia del sábado, bajo las penas más severas. Véase Michael Geddes, Church
History of Ethiopia, 311, 312. Pero la tiranía papal se convirtió luego en yugo
tan amargo que los abisinios resolvieron sacudirlo. Después de una lucha
terrible, los romanistas fueron expulsados de Abisinia y la antigua fe fue
restablecida. Las iglesias se regocijaron en su libertad y no olvidaron jamás
la lección que habían aprendido respecto al engaño, al fanatismo y al poder
despótico de Roma. En medio de su reino aislado se sintieron felices de
permanecer desconocidos para el resto de la cristiandad. CS 564.1
Las iglesias de África observaban el sábado como lo
había observado la iglesia papal antes de su completa apostasía. Al mismo
tiempo que guardaban el séptimo día en obediencia al mandamiento de Dios, se
abstenían de trabajar el domingo conforme a la costumbre de la iglesia. Al
lograr el poder supremo, Roma había pisoteado el día de reposo de Dios para
enaltecer el suyo propio; pero las iglesias de África, desconocidas por cerca
de mil años, no participaron de esta apostasía. Cuando cayeron bajo el cetro de
Roma, fueron forzadas a dejar a un lado el verdadero día de reposo y a exaltar
el falso; pero apenas recobraron su independencia volvieron a obedecer el
cuarto mandamiento (véase el Apéndice). CS 564.2
Estos recuerdos de lo pasado ponen claramente de
manifiesto la enemistad de Roma contra el verdadero día de reposo y sus
defensores, y los medios que emplea para honrar la institución creada por ella.
La Palabra de Dios nos enseña que estas escenas han de repetirse cuando los
católicos romanos y los protestantes se unan para exaltar el domingo. CS 564.3
La profecía del capítulo 13 del Apocalipsis declara
que el poder representado por la bestia de cuernos semejantes a los de un
cordero haría “que la tierra y los que en ella habitan” adorasen al papado, que
está simbolizado en ese capítulo por una bestia “parecida a un leopardo”. La
bestia de dos cuernos dirá también “a los que habitan sobre la tierra, que
hagan una imagen de la bestia”; y además mandará que “todos, pequeños y
grandes, así ricos como pobres, así libres como esclavos”, tengan la marca de
la bestia. Apocalipsis 13:11-16 (VM). Se ha demostrado
que los Estados Unidos de Norteamérica son el poder representado por la bestia
de dos cuernos semejantes a los de un cordero, y que esta profecía se cumplirá
cuando los Estados Unidos hagan obligatoria la observancia del domingo, que
Roma declara ser el signo característico de su supremacía. Pero los Estados
Unidos no serán los únicos que rindan homenaje al papado. La influencia de Roma
en los países que en otro tiempo reconocían su dominio, dista mucho de haber
sido destruida. Y la profecía predice la restauración de su poder. “Y vi una de
sus cabezas como si hubiese sido herida de muerte; y su herida mortal fue
sanada; y toda la tierra se maravilló, yendo en pos de la bestia”. Vers. 3. La herida mortal que le fue ocasionada
se refiere a la caída del papado en 1798. Después de eso, dice el profeta, “su
herida mortal fue sanada; y toda la tierra se maravilló, yendo en pos de la
bestia”. San Pablo dice claramente que el hombre de pecado subsistirá hasta el
segundo advenimiento. 2 Tesalonicenses 2:8. Proseguirá su obra de
engaño hasta el mismo fin del tiempo, y el revelador declara refiriéndose
también al papado: “Todos los que moran en la tierra le adoraron, cuyos nombres
no están escritos en el libro de la vida”. Apocalipsis 13:8. Tanto en el Viejo como en
el Nuevo Mundo se le tributará homenaje al papado por medio del honor que se
conferirá a la institución del domingo, la cual descansa únicamente sobre la
autoridad de la iglesia romana. CS 565.1
Desde mediados del siglo XIX, los que estudian la
profecía en los Estados Unidos han presentado este testimonio ante el mundo. En
los acontecimientos que están desarrollándose actualmente, especialmente en
dicho país, se ve un rápido avance hacia el cumplimiento de dichas
predicciones. Los maestros protestantes presentan los mismos asertos de
autoridad divina en favor de la observancia del domingo y adolecen de la misma
falta de evidencias bíblicas que los dirigentes papales cuando fabricaban
milagros para suplir la falta de un mandamiento de Dios. Se repetirá el aserto
de que los juicios de Dios caerán sobre los hombres en castigo por no haber
observado el domingo como día de reposo. Ya se oyen voces en este sentido. Y un
movimiento en favor de la observancia obligatoria del domingo está ganando cada
vez más terreno. CS 565.2
La sagacidad y astucia de la iglesia romana asombran.
Puede leer el porvenir. Se da tiempo viendo que las iglesias protestantes le
están rindiendo homenaje con la aceptación del falso día de reposo y que se
preparan a imponerlo con los mismos medios que ella empleó en tiempos pasados.
Los que rechazan la luz de la verdad buscarán aún la ayuda de este poder que se
titula infalible, a fin de exaltar una institución que debe su origen a Roma.
No es difícil prever cuán apresuradamente ella acudirá en ayuda de los
protestantes en este movimiento. ¿Quién mejor que los jefes papistas para saber
cómo entendérselas con los que desobedecen a la iglesia? CS 566.1
La Iglesia Católica romana, con todas sus
ramificaciones en el mundo entero, forma una vasta organización dirigida por la
sede papal, y destinada a servir los intereses de esta. Instruye a sus millones
de adeptos en todos los países del globo, para que se consideren obligados a
obedecer al papa. Sea cual fuere la nacionalidad o el gobierno de estos, deben
considerar la autoridad de la iglesia como por encima de todas las demás.
Aunque juren fidelidad al estado, siempre quedará en el fondo el voto de
obediencia a Roma que los absuelve de toda promesa contraria a los intereses de
ella. CS 566.2
La historia prueba lo astuta y persistente que es en
sus esfuerzos por inmiscuirse en los asuntos de las naciones, y para favorecer
sus propios fines, aun a costa de la ruina de príncipes y pueblos, una vez que
logró entrar. En el año 1204, el papa Inocencio III arrancó de Pedro II, rey de
Aragón, este juramento extraordinario: “Yo, Pedro, rey de los aragoneses,
declaro y prometo ser siempre fiel y obediente a mi señor, el papa Inocencio, a
sus sucesores católicos y a la iglesia romana, y conservar mi reino en su
obediencia, defendiendo la religión católica y persiguiendo la perversidad
herética” (John Dowling, The History of Romanism, lib. 5, cap. 6,
sec. 55). Esto está en armonía con las pretensiones del pontífice romano con
referencia al poder, de que “él tiene derecho de deponer emperadores” y de que
“puede desligar a los súbditos de la lealtad debida a gobernantes perversos”
(Mosheim, lib. 3, siglo II, parte 2, cap. 2, sec. 2, nota 17; véase también el
Apéndice). CS 566.3
Y téngase presente que Roma se jacta de no variar
jamás. Los principios de Gregorio VII y de Inocencio III son aún los principios
de la Iglesia Católica romana; y si solo tuviese el poder, los pondría en vigor
con tanta fuerza hoy como en siglos pasados. Poco saben los protestantes lo que
están haciendo al proponerse aceptar la ayuda de Roma en la tarea de exaltar el
domingo. Mientras ellos tratan de realizar su propósito, Roma tiene su mira
puesta en el restablecimiento de su poder, y tiende a recuperar su supremacía
perdida. Establézcase en los Estados Unidos el principio de que la iglesia
puede emplear o dirigir el poder del estado; que las leyes civiles pueden hacer
obligatorias las observancias religiosas; en una palabra, que la autoridad de
la iglesia con la del estado debe dominar las conciencias, y el triunfo de Roma
quedará asegurado en la gran República de la América del Norte. CS 566.4
La Palabra de Dios ha dado advertencias respecto a tan
inminente peligro; descuide estos avisos y el mundo protestante sabrá cuáles
son los verdaderos propósitos de Roma, pero ya será tarde para salir de la
trampa. Roma está aumentando sigilosamente su poder. Sus doctrinas están
ejerciendo su influencia en las cámaras legislativas, en las iglesias y en los
corazones de los hombres. Ya está levantando sus soberbios e imponentes
edificios en cuyos secretos recintos reanudará sus antiguas persecuciones. Está
acumulando ocultamente sus fuerzas y sin despertar sospechas para alcanzar sus
propios fines y para dar el golpe en su debido tiempo. Todo lo que Roma desea
es asegurarse alguna ventaja, y esta ya le ha sido concedida. Pronto veremos y
palparemos los propósitos del romanismo. Cualquiera que crea u obedezca a la
Palabra de Dios incurrirá en oprobio y persecución. CS pg567.1
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