Los ministros de Cristo
debieran levantarse y dedicarse con todas sus energías a llevar a cabo la obra
de Dios. (…) Debieran censurar y desaprobar el mal y no permitir que un hermano
viva en pecado.
(Testimonios, 1, 196)
Ya basta con la actitud servil de
los ministros nominales, y con suavizar las verdades definidas que reprochan el
pecado.
(Testimonios, 1, 227)
Pesan terribles ayes sobre los
que predican la verdad, pero no son santificados por ella, y también sobre
aquellos que consienten en recibir y sostener a los no santificados para que
ministren en palabra y doctrina.
(Testimonios, 1, 237)
En estos días solemnes,
justamente antes de que Cristo vuelva por segunda vez, los fieles predicadores
de Dios tendrán que dar un testimonio todavía más directo que el que fue dado
por Juan el Bautista. Tienen ante sí una obra de responsabilidad e importancia;
y Dios no reconocerá como sus pastores a los que hablan únicamente cosas
agradables.
(Testimonios, 1, 289)
En este tiempo tan horrible,
justamente cuando Cristo está por venir por segunda vez, los ministros fieles
de Dios tendrán que dar un testimonio aún más directo del que dio Juan el
Bautista.
(Testimonios 1, 321)
Las iglesias, como regla general,
están más avanzadas que algunos ministros. Han tenido fe en los testimonios que
a Dios ha complacido dar, y los han obedecido, mientras algunos predicadores
han quedado atrás en esto.
(Testimonios, 1, 329)
Algunos ministros, como también
miembros, necesitan convertirse. Necesitan ser desechados para luego ser
formados de nuevo. Su obra entre las iglesias está más que perdida, y en su
condición presente llena de debilidad y vacilación, agradaría más a Dios que
cesaran sus esfuerzos por ayudar a otros y trabajaran con sus manos hasta quedar
convertidos. Entonces podrían fortalecer a sus hermanos.
(Testimonios 1, 338)
Una parte importante de la obra
ministerial es presentar fielmente al pueblo la reforma de la salud en su
relación con el mensaje del tercer ángel, como parte integrante de la misma
obra.
Debieran adoptarla ellos mismos e impulsarla entre todos los que profesan creer
la verdad.
(Testimonios 1, 413)
Desde la caída de Satanás, que
fue una vez exaltado como ángel de Gloria, los ministros han caído a través de
la exaltación. (Testimonies 1, 474)
No conozco pecado mayor contra
Dios que se ocupen en el ministerio los hombres que trabajan guiados por el yo
y no por Cristo.
(Testimonios para la Iglesia, T3, 508)
Algunos ministros son piedras de
tropiezo para los pecadores.
(Testimonios para la Iglesia, T3, 605)
Nunca se atreva a asumir las
responsabilidades de un ministro del evangelio hasta que sea un hombre
convertido y tenga un espíritu manso y apacible.
(Testimonios para la Iglesia, T3, 610)
Un ministro no santificado puede
causar un daño incalculable.
(Testimonios para la Iglesia, T4, 365)
Todos los pastores que trabajan a
las órdenes del Pastor supremo poseerán sus características; serán mansos y
humildes de corazón. (…) Muchos que profesan ser ministros de Cristo se han
equivocado de amo. Afirman que sirven a Cristo y no se dan cuenta de que se
están reagrupando bajo la bandera de Satanás.
(Testimonios para la Iglesia, T4, 370)
Un bebé está más capacitado para
ocuparse de las almas que un hombre que no se haya consagrado.
(Testimonios para la Iglesia, T4, 432)
A menos que los ministros se
conviertan, la gente tampoco se convertirá.
(Testimonios para la Iglesia, T4, 437)
Hay algunos en el ministerio que
han recibido gran luz y conocimiento de la verdad que no serán vencedores. No
controlan sus apetitos y pasiones ni se niegan ellos mismos por amor a Cristo.
(Testimonios para la Iglesia, T8, 82)
La experiencia de Cristo con los
dirigentes judíos se repite. Satanás se esfuerza por eclipsar todo rayo de luz
que brilla de Dios hacia su pueblo. Obra por medio de los ministros de la
manera que obró a través de los sacerdotes y gobernantes en los días de Cristo.
(Testimonios para la Iglesia, T8, 209)
“Cristo (…) nunca comisionó a
nadie a dominar su heredad. La verdadera religión bíblica da por fruto el
dominio propio y no el dominio de uno por el otro.”
(Testimonios para la Iglesia, tomo 9, 220)
Los hombres finitos deben
cuidarse de tratar de controlar a sus semejantes, ocupando el lugar asignado al
Espíritu Santo. No sientan los hombres que es su prerrogativa dar al mundo lo
que ellos piensan que es la verdad, e impedir que se les dé algo contrario a
sus ideas. Esta no es obra suya. Muchas cosas aparecerán distintamente como
verdad, sin embargo no serán aceptables para aquellos que creen que su propia
interpretación de las Escrituras siempre es correcta. Habrá que realizar los
más decididos cambios con respecto a ciertas ideas que algunos han aceptado
como perfectas. Estos hombres dan evidencia de falibilidad en muchísimas
maneras; trabajan a base de principios que la Palabra de Dios condena. Lo que
me convence hasta lo más profundo de mí ser, y me hace saber que sus obras no
son las obras de Dios, es que ellos suponen que tienen autoridad para gobernar
a sus semejantes. El Señor no les ha dado más derecho a gobernar a otros que el
derecho que ha dado a otros para gobernarlos a ellos. Los que pretenden
detentar el gobierno de sus semejantes, toman en sus manos finitas una obra que
recae solamente sobre Dios. El que los hombres conserven vivo el espíritu que
gobernó el alboroto de Minneapolis es una ofensa para Dios.
(TM, 73)
Toda rudeza, acritud, crítica y
todo espíritu tiránico no son de Cristo, sino que proceden de Satanás. (TM,
156)
Se me ha mostrado que prácticas
impuras, orgullo, egoísmo, glorificación propia, han cerrado la puerta del
corazón, aun de aquellos que enseñan la verdad a los otros, de manera que el
enojo de Dios está sobre ellos. (TM, 161)
A menos que haya una reforma
cabal entre los que carecen de santidad, sería mejor que tales hombres
abandonaran el ministerio y eligieran alguna otra ocupación donde sus
pensamientos irregenerados no trajeran el desastre al pueblo de Dios. (TM, 163)
La carencia de una fe firme y de
discernimiento en las cosas sagradas debieran ser causas suficientes para
separar a cualquier hombre de la obra de Dios…Un hombre apasionado no debiera
tener trato alguno con las mentes humanas. No se le puede confiar la atención
de asuntos que se relacionan con los que Cristo compró a un precio infinito.
(TM., 261)
Los que han sido puestos por Dios
en cargos de responsabilidad, nunca deben tratar de exaltarse a sí mismos o
atraer la atención de los hombres a su obra. Deben dar toda la gloria a Dios.
No deben buscar poder para enseñorearse de la heredad de Dios, pues sólo harán
esto los que están bajo el dominio de Satanás.
(TM, 279-280)
Nada separará tan rápidamente al
alma de Dios, y traerá derrota, como que el hombre eleve su alma a cosas vanas
y hable de una manera orgullosa, jactanciosa e impositiva a sus semejantes, que
son la propiedad de Dios.
(TM, 319-320)
Si pasáis una hora o un momento
sin depender de su gracia (…) os veréis incapacitados para distinguir entre el
fuego común y el fuego sagrado.
(TM, 350)
Si un hombre confía en sus
propias facultades y trata de ejercer dominio sobre sus hermanos, creyendo que
está investido de autoridad para hacer de su voluntad el poder dominante, el
procedimiento mejor y el único seguro consiste en quitarle el puesto para que
no se haga un gran daño y el mismo pierda su propia alma y ponga en peligro el
alma de otros. El cargo no engrandece a un hombre ni en una jota ni en una
tilde.
(TM, 362)
Se exaltan a sí mismos como
hombres de juicio superior, y se han presentado como representantes de Dios.
Son falsos dioses.
(TM, 364)
No esperéis recibir la fuerza de
los hombres que están en altos puestos de responsabilidad porque ellos son
precisamente los hombres que están en peligro de considerar su posición de
responsabilidad como evidencia del poder especial de Dios.
(TM, 380)
Muchos ocuparán nuestros púlpitos
sosteniendo la antorcha de una falsa profecía en sus manos, encendida del fuego
de la infernal antorcha satánica. Si se albergan dudas e incredulidad, los
fieles ministros serán quitados del pueblo que piensa que sabe tanto. “¡Oh, si
también tú conocieses -dijo Cristo-, a lo menos en éste tu día, lo que toca a
tu paz! mas ahora está encubierto de tus ojos”
(TM, 416)
Os habéis convertido, vosotros
que estáis ocupados en enseñar la verdad a otros?
(TM, 440)
Los que ocupan puestos de
responsabilidad no deben pensar que su importante cargo los convierte en
hombres de juicio infalible.
(TM, 493)
No debe ejercerse un espíritu
autoritario, ni siquiera por parte del presidente de la asociación, porque el
cargo no convierte a un hombre en un ser infalible.
(TM, 496)
Si la gente está mal, y los
dirigentes no levantan su voz contra esos males, los condenan; y en ese caso el
pecado se carga tanto en la cuenta de ellos como en la de los ofensores.
(T2, 35)
Los hombres y las mujeres están
viviendo en las últimas horas del tiempo de prueba, y pesar de ello son
descuidados e insensatos, y los ministros no tienen poder para despertarlos;
porque ellos también están durmiendo.
(T2, 303)
Toda adulación debería ser puesta
de lado; porque la obra de Satanás consiste en adular. (…)
Adular a los ministros está fuera de lugar. Pervierte la mente, y no conduce a
la mansedumbre y la humildad; pero a los hombres y a las mujeres les gusta que
los alaben, y con demasiada frecuencia a los ministros también. Su vanidad
resulta complacida; pero esto, para muchos, ha sido una maldición.
La reprensión debiera ser más apreciada que la adulación.
(T2, 303-304)
A menudo ocurre que los pastores
se sienten inclinados a visitar casi únicamente las iglesias, dedicando su
tiempo y sus fuerzas a una tarea que no hará ningún bien. Frecuentemente las
iglesias les llevan ventaja a los ministros que trabajan entre ellas, y
prosperarían más si esos pastores se hicieran a un lado y les dieran la
oportunidad de trabajar. Los esfuerzos de estos ministros para edificar las
iglesias lo único que logran es derribarlas. (…) Si dejaran las iglesias, y
fueran a nuevos campos, y trabajaran para levantar otras iglesias, descubrirían
cuales son sus habilidades, y cuánto cuesta atraer a las almas para que se
decidan por la verdad. (…)
(T2, 305)
Deberían manifestare por la obra
un interés desprovisto de egoísmo, y un ferviente amor por las almas que
perecen. Si no poseen esto, se han equivocado de misión, y deberían dejar de
enseñar a los demás; porque hacen más daño que el bien que podrían hacer.
(T2, 306)
Un ministro carente de
consagración, que presenta la verdad sin entusiasmo alguno, mientras su propia
alma permanece inconmovible frente a las verdades que comunica a los demás,
solamente hará daño. Cada esfuerzo que lleva a cabo lo único que hace es bajar
la norma. (…)
Algunos ministros han trabajado, no porque no se atrevieran a hacer otra cosa,
no porque temieran que algo les podría ocurrir, sino por el salario que iban a
recibir. (…)
Si los ministros se entregan plenamente a la obra de Dios, y dedican todas sus
energías a edificar su causa, nada les faltará. Con respecto a las cosas
temporales, están en mejores condiciones que su Señor, que los discípulos que
él envió para salvar a los hombres que estaban a punto de perecer.
(T2, 309)
Algunas cosas incorrectas
acontecen en el sagrado púlpito. Un ministro que conversa con otro en el
púlpito ante la congregación, que se ríe y parece no sentir el peso de la obra,
o que carece del sentido solemne de la sagrada vocación, deshonra la verdad y
rebaja las cosas sagradas al nivel de las cosas comunes.
(T2, 542)
El pueblo está por encima de
muchos de sus ministros.
(T2, 556)
Un padre que tiene sólo un débil
sentido de la responsabilidad paterna de fomentar e imponer orden, disciplina y
obediencia, fracasará como ministro y pastor del rebaño.
(T2, 615)
Ministros, profesores, y maestros
no consagrados ayudan a Satanás a levantar bandera dentro de nuestros propios
baluartes.
(T5, 12)
Dios ha prometido que allí donde
los pastores no sean fieles, él mismo tomará a cargo el rebaño.
(T5, 75)
Prefiramos la pobreza, el
oprobio, la separación de nuestros amigos o cualquier sufrimiento, antes que
contaminar el alma con el pecado. La muerte antes que el deshonor o la
trasgresión de la ley de Dios, debiera ser el lema de todo cristiano. Como
pueblo que profesa ser constituido por reformadores que atesoran las más
solemnes y purificadoras verdades de la palabra de Dios, debemos elevar la
norma mucho más alto de lo que está actualmente. El pecado y los pecadores que
hay en la iglesia deben ser eliminados prestamente, a fin de que no contaminen
a otros. La verdad y la pureza requieren que hagamos una obra más cabal para limpiar
de Acanes el campamento. No toleren en un hermano los que tienen cargos de
responsabilidad. Muéstrenle que debe dejar sus pecados o ser separado de la
iglesia.
(T5, 137)
“…el pueblo está más adelantado
que muchos de los ministros”.
(T5, 155)
Algunos ministros e iglesias
están tan ansiosos de tener un aumento en números que no dan su testimonio
fielmente en contra de hábitos y prácticas no cristianas. No se enseña a los
que aceptan la verdad que no pueden hallar seguridad en ser mundanos en su
comportamiento y cristianos de nombre.
(T5, 161)
A menos que el ministro
intrépidamente declare toda la verdad, a menos que mantenga su vista fija en la
gloria de Dios y trabaje bajo la dirección del gran capitán de su salvación, a
menos que se coloque al frente, a pesar de la censura y sin dejarse contaminar
por el aplauso, será tenido como un atalaya infiel.
(T5, 243)
Los pastores han descuidado las
responsabilidades que Dios les ha dado; se han vuelto estrechos y faltos de fe
y han dado lugar a una imperdonable cobardía, pereza y codicia.
(T5, 347)
Los hombres a quienes Dios eligió
como ministros suyos deben prepararse para la obra mediante un escudriñamiento
cabal del corazón y una íntima comunión con el Redentor del mundo. Si no tienen
éxito en ganar almas para Cristo, es porque su propia alma no está en armonía
con Dios.
(T5, 542)
Observé para ver la humildad de
alma que siempre debe existir como un ropaje adecuado en nuestros ministros,
pero no estaba sobre ellos. Busqué el profundo amor por nuestras almas que el
Maestro dijo que debían poseer, pero no la tenían. Traté de escuchar las
fervientes oraciones que debían haber sido ofrecidas con lágrimas y angustia de
alma por la impenitencia y la incredulidad existente en sus propios hogares y
en la iglesia, pero no las encontré. Traté de escuchar los llamados hechos con
la demostración del Espíritu, pero eran inexistentes. Busqué a quienes llevaran
la carga, que en un tiempo como este debieran estar llorando entre el pórtico y
el altar, y clamando: “Perdona a tu pueblo, Señor, y no entregues al oprobio tu
heredad”, pero no escuché súplicas semejantes. Unos pocos fervientes y humildes
buscaban al Señor. En alguna de estas reuniones uno o dos ministros sentían la
carga y se sentían oprimidos como un carro lleno de gavillas. Pero una gran
mayoría de los ministros no tenían más sentido de lo sagrado de su obra que los
niños.
(Testimonies, t5, 165-166)
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El Señor me ha mostrado que los
hombres que están en puestos de responsabilidad están interponiéndose
directamente en el camino de la obra de Dios porque piensan que la obra debe
ser hecha y que la bendición debe venir de una cierta forma, y no reconocerán
lo que venga de alguna otra manera. Hermanos, quiera el Señor colocar este
asunto delante de vosotros como es. Dios no obra como planean los hombres o
como ellos quieran. El actúa de una manera misteriosa para obrar sus milagros.
¿Por qué rechazar los métodos del Señor, porque ellos no coinciden con nuestras
ideas?
Dios tiene sus canales escogidos de luz, pero ellos no están necesariamente de
acuerdo con la mente de ningún grupo de hombres.
(Testimonies, t5, 726)
Los que conocen la verdad se
debilitan si nuestros ministros les dedican el tiempo y el talento que debieran
consagrar a los inconversos.
(Testimonios, t7, 21)
Mi corazón se llena de angustia
cuando pienso en los mensajes dóciles de nuestros ministros, cuando tienen un
mensaje de vida o muerte que llevar. Los ministros están dormidos; los laicos
están dormidos; y el mundo perece en el pecado. Dios ayude a su pueblo a
levantarse a andar y trabajar como hombres y mujeres en las fronteras de la
eternidad. Pronto una terrible sorpresa vendrá sobre los habitantes del mundo.
De repente, con poder y gran gloria, Jesús vendrá. Entonces no habrá tiempo de
prepararse para encontrarse con El. Ahora es el tiempo para nosotros de dar el
mensaje de advertencia.
(Testimonies. T.8, 36)
Las Esposas de los Ministros.
(1 JT. 36-38)
Una esposa no santificada es la
mayor maldición que pueda tener un ministro.
(1JT, 39)
El testigo fiel dice a estos
ministros: “Sé pues celoso, y arrepiéntete”. (Apoc.3:19) Algunos de ellos se
enorgullecen tanto que son un estorbo para la preciosa causa de Dios.
(1JT, 331)
No hay seguridad para nuestros
hermanos dirigentes mientras avancen según sus propios impulsos. No estarán
unidos con Cristo, y no obrarán en armonía con él. No podrán ver ni comprender
las necesidades de la causa y Satanás los inducirá a asumir actitudes que
estorbarán y molestarán.
(2JT, 131)
El ministerio cristiano no es
lugar para los zánganos. Hay una clase de hombres que intentan predicar, que
son negligentes, descuidados e irreverentes. Sería mejor que cultivasen el
suelo en vez de enseñar la sagrada verdad de Dios.
(2JT, 228)
La mayor ayuda que pueda darse a
nuestro pueblo consiste en enseñarle a trabajar para Dios y a confiar en él, y
no en los ministros.
(3JT, 82)
Mi corazón se llena de angustia
cuando pienso en los mensajes tibios que dan algunos de nuestros ministros,
cuando llevan un mensaje de vida o muerte. Los ministros están dormidos; los
miembros laicos también; y el mundo perece en el pecado. Dios ayude a su pueblo
a despertarse, a andar y obrar como hombres y mujeres que están en el umbral
del mundo eterno.
(3JT, 220)
Los sermones de algunos de
nuestros ministros tendrán que ser mucho más poderosos que los que predican
ahora, o muchos apóstatas oirán un mensaje tibio e indirecto que arrulla la
gente y la hace dormir. Todo discurso debe darse bajo el sentido de los
terribles juicios que pronto han de caer sobre el mundo. El mensaje de verdad
ha de ser proclamado por labios tocados por un carbón vivo del altar divino.
(3JT, 220)
Los ministros raras veces están
preparados para trabajar para Dios.
(Review & Herald, 15 agosto, 1882)
El pueblo está más avanzado que
muchos de los ministros. Ellos debieran luchar sin descanso en oración hasta
que el Señor los bendiga. Cuando el amor de Dios esté ardiendo en el altar de
sus corazones, no predicarán para exhibir su propia inteligencia, sino para
presentar a Cristo que quita los pecados del mundo.
(Review & Herald, 15 agosto, 1882)
En iglesias y grandes asambleas
al aire libre, los ministros exhortarán al pueblo acerca de la necesidad de
guardar el primer día de la semana.
(Review & Herald, 18 de marzo de 1884)
Hay muchos que nunca estuvieron
convertidos…no participan de la naturaleza divina; Cristo no mora en sus
corazones por la fe.
(Review & Herald, 8 octubre, 1889)
Hay pastores que pretenden estar
enseñando la verdad, cuyos caminos son una ofensa para Dios. (Review and
Herald, 21 octubre 1890)
Entre aquellos que ocupan
posiciones de responsabilidad, hay una falta de disposición a confesar, tras
haber errado; y su negligencia está conduciendo al desastre, no solamente a
ellos mismos, sino también a las iglesias. En todo lugar, nuestro pueblo está
grandemente necesitado de humillar su corazón ante Dios y confesar sus pecados.
Pero cuando se hace evidente que sus pastores, ancianos, u otros hombres en
puestos de responsabilidad han adoptado posturas equivocadas, y sin embargo se
excusan a sí mismos y no hacen confesión, los miembros de la iglesia demasiado
a menudo siguen un curso idéntico. De esa forma se ponen en peligro muchas
almas, y la presencia y el poder de Dios son expulsados de su pueblo.
(Review and Herald, 16 Diciembre, 1890)
Si es indulgente en mantener su
corazón en la obstinación, y debido al orgullo y la justicia propia deja de
confesar sus faltas, será abandonado a las tentaciones de Satanás. Si cuando el
Señor revela sus errores, no se arrepiente o hace confesión, su providencia lo
llevará al mismo terreno una y otra vez. Se le permitirá cometer errores de la
misma naturaleza, continuará faltándole la sabiduría, llamará pecado a la
justicia, y justicia al pecado. La multitud de engaños que prevalecerán en
estos últimos días le rodearán, usted cambiará de dirigentes, y no se dará
cuenta de lo que ha hecho. (Review and Herald, 16 Diciembre, 1890)
A no ser que Cristo sea formado
en el interior, la esperanza de gloria, UD. será una maldición y no una
bendición para la congregación, ya que el ministro no puede llevar a la gente a
un nivel superior al que el alcance. (…)
Hay algunos que ahora profesan ser ministros del Señor que hablan de las cosas
de Dios como si hablaran de alguna transacción comercial. (…)
Entonces, si viene uno a vosotros que profesa ser un predicador de la justicia,
que mezcla con la verdad palabras inapropiadas y de broma, que no lleva la
carga de las almas, ponerlo aparte, y en el espíritu de amor y mansedumbre,
decirle que no puede alimentar a la iglesia de Dios cuando el mismo no sabe que
es lo que significa alimentarse del pan de vida.
(R&H, 5 abril, 1892)
Un ministro de Cristo debe ser
puro en su conversación y acciones.
(PE, 103)
Cuando los mensajeros de Dios
dejan sus casas para trabajar por la salvación de las almas dedican mucho de su
tiempo a trabajar en favor de aquellos que han estado en la verdad durante
años, pero que todavía son débiles porque aflojan innecesariamente las riendas,
dejan de velar sobre sí mismos y hasta, pienso a veces, tientan al enemigo a
que los tiente…
(PE, 105)
Vi que muchos de estos pastores
habían negado lo que Dios había enseñado antes; habían negado y rechazado las
verdades gloriosas que una vez defendían y se habían ataviado de mesmerismo y
de toda clase de engaño. Vi que estaban borrachos de error, y que conducían a
su grey a la muerte. Muchos de los que se oponen a la verdad de Dios maquinan
daños en su cabeza sobre sus camas, y de día llevan a cabo sus perversos
designios para abatir la verdad y presentar algo nuevo que interese a la gente
y la distraiga de la verdad preciosa y de suma importancia.
Vi que los sacerdotes que conducían a su grey a la muerte serán pronto
detenidos en su terrible carrera. Se acercan las plagas de Dios, pero no
bastará que los falsos pastores sean atormentados por una o dos de esas plagas.
En aquel tiempo la mano de Dios será extendida con ira y justicia y no se
retirará hasta que los propósitos de él se hayan cumplido plenamente, hasta que
los sacerdotes asalariados sean inducidos a adorar a los pies de los santos, y
a reconocer que Dios los amó porque se aferraron a la verdad y guardaron los
mandamientos de Dios, y hasta que todos los injustos sean destruidos de la
tierra.
(PE, 123-124)
Los ministros ajustan sus
sermones al gusto de los cristianos mundanos. No se atreven a predicar a Jesús
ni las penetrantes verdades de la Biblia, porque si lo hiciesen, estos
cristianos mundanos no quedarían en la iglesia.
(PE, 227)
(EN 1844) Los malos pastores…se
unieron con Satanás y sus ángeles para clamar: “Paz, paz.” Cuando no había paz.
(PE 234)
Los Ministros sacan sus textos de
la palabra de Dios, pero predican cosas agradables.
(PE, 273)
La gente se volvía contra sus
ministros con acerbo odio y los reconvenía diciendo: “Vosotros no nos
advertisteis. Nos dijisteis que el mundo entero se iba a convertir, y
clamasteis: ‘¡Paz, paz!’ para disipar nuestros temores. Nada nos enseñasteis
acerca de esta hora, y a los que nos precavían contra ella los tildabais de
fanáticos y malignos que querían arruinarnos.” Pero vi que los ministros no se
libraron de la ira de Dios. Sus sufrimientos eran diez veces mayores que los de
sus feligreses.
(PE, 282)
Los falsos pastores habían sido
el objeto especial de la ira de Jehová. Aun estando en pie se habían consumido
sus ojos en sus órbitas y su lengua en su boca.
(PE, 289)
Los ministros deben ser
estrictamente temperantes en su comer y beber…
(CRA, 456)
Aun cuando no hacemos del uso de
la carne una prueba [de discipulado], aun cuando no queremos forzar a nadie a
abandonar su uso, es nuestro deber pedir que ningún ministro de la asociación
tome livianamente o se oponga al mensaje de la reforma en este punto. Si, en
vista de la luz que Dios nos ha dado con respecto al efecto del consumo de la
carne sobre el sistema, continuáis comiendo carne, debéis soportar las
consecuencias. Pero no asumáis una posición, ante el pueblo, que les permita
pensar que no es necesario llamar a una reforma con respecto al consumo de
carne; porque el Señor está llamando a una reforma.
(CRA, 481)
¿No daremos un testimonio
decidido contra la complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de
los que son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que
haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de Egipto?
¿Quieren los que son, sostenidos por el diezmo de la tesorería de Dios permitir
que la gula envenene la corriente vital que fluye por sus venas? ¿Harán caso
omiso de la luz y las amonestaciones que Dios les ha dado?
(CRA, 485)
Ningún hombre debe ser consagrado
como maestro del pueblo mientras su propia enseñanza o ejemplo contradiga el
testimonio que Dios ha dado a sus siervos para que presenten con respecto al
régimen, porque esto traerá confusión. Su falta de consideración por la reforma
pro salud los descalifica para presentarse como mensajeros del Señor.
(Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, 545; Carta 23, 14 diciembre 1896)
Somos los ministros designados
por Cristo, y debemos permitir que su Espíritu resplandezca mediante la
mansedumbre y la humildad que hemos aprendido de él (Carta 257, del 26 de
noviembre de 1903, dirigida al Dr. J. H. Kellogg).
(Cada Día Con Dios, 339)
Estamos en el gran día de la
expiación, cuando mediante la confesión y el arrepentimiento nuestros pecados
han de ir de antemano al juicio. Dios no acepta ahora de sus ministros un
testimonio suave y falto de temple. Un testimonio tal no sería verdad presente.
El mensaje para este tiempo debe ser alimento oportuno para nutrir a la iglesia
de Dios. Pero Satanás ha estado procurando gradualmente despojar a este mensaje
de su poder, para que la gente no esté preparada para resistir en el día del
Señor.
(Mensajes Selectos t1, 145)
“Estudiar el capítulo nueve de
Ezequiel. Estas palabras se cumplirán literalmente.”
(Carta 106, 1909)
Juan declaró a los maestros de
Israel que su orgullo, egoísmo y crueldad demostraban que eran una generación
de víboras, una maldición mortal para el pueblo, más bien que los hijos del
justo y obediente Abrahán. En vista de la luz que habían recibido de Dios, eran
peores que los paganos, a los cuales se creían tan superiores.
(DTG, 81)
Muchos que estaban convencidos de
que Jesús era el Hijo de Dios fueron extraviados por el falso razonamiento de
los sacerdotes y rabinos.
(DTG, 422)
El pecado de una nación y su
ruina se debieron a sus dirigentes religiosos.
(DTG, 687)
Los dirigentes religiosos se
habían unido con Satanás y sus ángeles. Estaban cumpliendo sus órdenes.
(DTG, 696)
Nunca seréis ministros según la
orden evangélica hasta que mostréis un interés decidido en la obra
médico-misionera.
(Ministerio de la Bondad, 145)
Que nadie considere una virtud
mantener sus propias ideas y suponer que él es el único a quien el Señor ha
concedido discernimiento e intuición.
(1888 Materials, p.1697-1698)
Los ministros que procuran
agradar a los hombres, y claman: Paz, paz, cuando Dios no ha hablado de paz,
debieran humillar su corazón delante del Señor, y pedirle perdón por su falta
de sinceridad y de valor moral. No es amor a su prójimo lo que les induce a
suavizar el mensaje que se les ha confiado, sino el hecho de que procuran
complacerse, y aman su comodidad.
El verdadero amor se esfuerza en primer lugar por honrar a Dios y salvar las
almas. Los que tengan este amor no eludirán la verdad para ahorrarse los
resultados desagradables que pueda tener el hablar claro. Cuando las almas
están en peligro, los ministros de Dios no se tendrán en cuenta a si mismos, sino
que pronunciarán las palabras que se les ordenó pronunciar, y se negarán a
excusar el mal o hallarle paliativos. (…)
Dios llama a hombres como Elías, Natán y Juan el Bautista, hombres que darán su
mensaje con fidelidad, al margen de las consecuencias; hombres que dirán la
verdad con valor, aun cuando ello exija el sacrificio de todo lo que tienen.
(Profetas y Reyes, 104)
Los predicadores no deberían
tener escrúpulos para predicar la verdad como se encuentra en la Palabra de
Dios. Dejad que la verdad corte. Se me ha mostrado por qué los ministros no han
tenido más éxito, tienen miedo de herir sentimientos, están temerosos de no ser
corteses, y rebajan las normas de la verdad, y si es posible, esconden la
peculiaridad de nuestra fe. Vi que Dios no podía hacer que los tales tuvieran
éxito. La verdad debe ser directa, y se debe urgir acerca de la necesidad de
una decisión. Y mientras los falsos pastores están clamando paz, y están
predicando cosas halagüeñas, los siervos de Dios deben clamar a voz en cuello y
no detenerse, y dejar los resultados a Dios.
(Dones Espirituales, Tomo 2, p. 284-285.)
Entre todas la gente del mundo,
el médico y el ministro debieran ser las personas que cultiven
los más estrictos hábitos de temperancia.(…) Pecan voluntariamente si ignoran
las leyes de la salud o se muestran indiferentes hacia ellas.
(C. Salud, 319)
Nuestros pastores debieran llegar
a ser expertos en la reforma pro salud.
(C. Salud, 428)
A menos que practiquen la
verdadera temperancia, no podrán ser susceptibles a la influencia santificadora
de la verdad, y no lo serán. Nuestros pastores debieran comprender este asunto.
(C. Salud, 446-447)
Caifás…no tenía ni la capacidad,
ni la autoridad del cielo para realizar esa labor…Caifás era sumo sacerdote
sólo en apariencias. Llevaba los vestidos sacerdotales, pero no tenía una
relación vital con Dios.
(Cristo Triunfante, 271)
(Caifás) Actuaba inspirado por
Satanás… No era un sacerdote nombrado por Dios según el orden de Melquisedec.
(MS 102, 1897). (CBA, t5, 1080)
Como las nuevas del nacimiento
del Salvador, el mensaje del segundo advenimiento no fue confiado a los
caudillos religiosos del pueblo.
(CS. 361)
Se pagan grandes sueldos a
ministros elocuentes para que entretengan y atraigan a la gente. Sus sermones
no deben aludir a los pecados populares, sino que deben ser suaves y agradables
como para los oídos de un auditorio elegante. Así los pecadores del mundo son
recibidos en la iglesia, y los pecados de moda se cubren con un manto de
piedad.
(CS, 437)
Satanás trata continuamente de
atraer la atención hacia los hombres en lugar de atraerla hacia Dios. Hace que
el pueblo considere como sus guías a los obispos, pastores y profesores de
teología, en vez de estudiar las Escrituras para saber por sí mismo cuáles son
sus deberes.
(CS. 653)
Cristo previó que las
pretensiones de autoridad desmedida de los escribas y fariseos no habían de
desaparecer con la dispersión de los judíos. Con mirada profética vio que la
autoridad humana se encumbraría para dominar las conciencias en la forma que ha
dado tan desgraciados resultados para la iglesia en todos los siglos. Y sus
terribles acusaciones contra los escribas y fariseos y sus amonestaciones al
pueblo a que no siguieran a esos guías ciegos fueron consignadas como
advertencia para las generaciones futuras.
(CS, 654)
Nuestros ministros designados
para vigilar como centinelas en los muros de Sión, no deben tomar sobre ellos
el peso de la elaboración de alimentos saludables ni el establecimiento de los
almacenes de venta de alimentos saludables. Ellos tampoco deben atarse a otras
empresas comerciales. Esto es un estorbo para el avance de la obra que Dios
dice que debe hacer.
(El Ministerio de la Alimentación Saludable, 44; MS 105, 1902. Escrito el 16 de
julio de 1902).
Un ministro…nunca debe dar consejos
ni órdenes cortantes y dictatoriales.
Los que difieren con nosotros en fe y doctrina debieran ser tratados
bondadosamente.
(Evangelismo, 463)
Estoy instruida para decir a mis
hermanos en el ministerio: Por la intemperancia en el comer os estáis descalificando
vosotros mismos para ver claramente la diferencia entre el fuego sagrado y el
común. Y por esta intemperancia estáis revelando vuestro desprecio por las
amonestaciones que el Señor os ha dado.
(Temperancia, 148)
Hay eruditos que tienen educación
universitaria, pero esos pastores no alimentan la grey.
(Mensajes Selectos, t1, 18)
(…) los miembros individualmente,
y especialmente los dirigentes de la grey, no se dejan corregir.
(Mensajes Selectos, t1, 53)
Si a los ministros les falta
humildad; si se irritan fácilmente cuando hallan oposición, es evidente que
necesitan iluminación divina.
(Mensajes Selectos, t1, 473)
Mientras Cristo procuraba
presentar delante de la gente la verdad en su debida relación con la salvación,
Satanás obraba mediante los dirigentes judíos y les inspiraba enemistad contra
el redentor del mundo.
(Mensajes Selectos, t1, 476-477)
Ninguna persona que quiera
erigirse como el único maestro de la iglesia está trabajando para Dios.
(Mensajes Selectos, tomo2, 176)
Muchos son cegados y engañados
por hombres que pretenden ser ministros del Evangelio, y que influyen en muchos
para que consideren que están haciendo una buena obra para Dios, cuando en
realidad se trata de la obra de Satanás.
(Mensajes Selectos, tomo 3, 188)
Durante los años del ministerio
de Cristo sobre la tierra, mujeres piadosas ayudaron en la obra que el Salvador
y sus discípulos hacían. Si los que se oponían a esta obra pudieran haber
encontrado alguna cosa fuera del orden regular en la conducta de estas mujeres,
ello habría cancelado la obra en el acto.
(Mensajes Selectos, tomo 3, 426-427)
Ha llegado el solemne tiempo
cuando los ministros deben llorar entre la entrada y el altar, exclamando:
“Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad” (Joel
2: 17). Es un tiempo en que, en vez de elevar sus almas con suficiencia propia,
los ministros y el pueblo deben confesar sus pecados delante de Dios y el uno
al otro.
(Mensajes Selectos, tomo 3, 445)
La mejor ayuda que los ministros
pueden dar a los miembros de nuestras iglesias no es presentarles sermones,
sino hacer planes de trabajo para ellos.
(MB, 115)
Nunca seréis ministros según la
orden evangélica hasta que mostréis un interés decidido en la obra médico-misionera,
el evangelio de la salud y de la bendición y de la fortaleza.
(MB, 145)
Aunque en este tiempo los
predicadores son muchos, hay una gran escasez de ministros capaces y santos, de
hombres llenos del amor que moraba en el corazón de Cristo. El orgullo, la
confianza propia, el amor al mundo, las críticas, la amargura y la envidia son
el fruto que producen muchos de los que profesan la religión de Cristo. Sus
vidas, en agudo contraste con la vida del Salvador, dan a menudo un triste
testimonio del carácter de la labor ministerial bajo la cual se convirtieron.
(HA, 264)
Sustituir la santidad del corazón
y la vida por las formas exteriores de la religión, es tan agradable para la
naturaleza no renovada hoy como en los días de esos maestros judíos. Hoy, como
entonces, hay falsos guías espirituales, a cuyas doctrinas muchos prestan
atención ansiosamente. El esfuerzo premeditado de Satanás procura apartar las
mentes de la esperanza de salvación mediante la fe en Cristo y la obediencia a
la ley de Dios. En toda época el gran enemigo adapta sus tentaciones a los
prejuicios e inclinaciones de aquellos a quienes trata de engañar. En los
tiempos apostólicos inducía a los judíos a exaltar la ley ceremonial y a
rechazar a Cristo; y actualmente induce a muchos profesos cristianos, con el
pretexto de honrar a Cristo, a menospreciar la ley moral y a enseñar que sus
preceptos pueden ser transgredidos impunemente. Es el deber de todo siervo de
Dios resistir firmemente a estos pervertidores de la fe y, por la palabra de
verdad, exponer denodadamente sus errores.
(HA, 310)
El ministro de Cristo no debe
presentar a la gente tan sólo las verdades más agradables, ocultándole las que
puedan causarle dolor. Debe observar con intensa solicitud el desarrollo del
carácter. Si ve que cualquiera de su rebaño fomenta un pecado, como fiel pastor
debe darle, basado en la Palabra de Dios, instrucciones aplicables a su caso.
Si permite que sigan, sin amonestación alguna, confiando en sí mismos, será
responsable por sus almas.
(HA, 316)
Odiar y reprender el pecado y al
mismo tiempo manifestar misericordia y ternura hacia el pecador, es tarea
difícil. Cuanto más fervoroso sea nuestro esfuerzo para obtener santidad de
vida y corazón, tanto más aguda será nuestra percepción del pecado y más decidida
nuestra desaprobación frente a cualquier desviación de lo recto. Debemos
cuidarnos de no ser excesivamente severos hacia los que obran mal, pero al
mismo tiempo no debemos perder de vista la suma gravedad del pecado. Es
necesario manifestar paciencia y amor cristiano por el pecador; pero también
existe el peligro de ser tan tolerantes con sus errores, que le parezca
inmerecida la reprensión, y la rechace como innecesaria e injusta.
A veces los ministros del Evangelio causan mucho daño al permitir que su lenidad
hacia los que yerran degenere en tolerancia de pecados y hasta en su
participación en ellos. De este modo son inducidos a excusar y no darle
importancia a lo que Dios condena; y después de un tiempo se ciegan de tal modo
que son capaces de elogiar a los mismos a quienes Dios les ordenó reprender.
(HA, 401)
Entre nuestros ministros y
creyentes hay muchos que están pisoteando los mandamientos de Dios. Así se
insulta al Creador del mundo, y Satanás se ríe triunfalmente al verificar
cuánto éxito obtienen sus estratagemas.
(HA, 403)
El conocimiento, la benevolencia,
la elocuencia, el fervor, son esenciales en la buena obra; pero sin el amor de
Cristo en el corazón, la obra del ministro cristiano es un fracaso.
(HA, 411)
Después que Satanás fracasó en su
intento de vencer a Cristo en el desierto, combinó sus fuerzas para que se
opusiesen a su ministerio y si fuese posible estorbasen su obra. Lo que no pudo
lograr por el esfuerzo directo y personal, resolvió efectuarlo por la
estrategia. Apenas se retiró del conflicto en el desierto, tuvo concilio con
sus ángeles y maduró sus planes para cegar aun más la mente del pueblo judío, a
fin de que no reconociese a su Redentor. Se proponía obrar mediante sus agentes
humanos en el 176 mundo religioso, infundiéndoles su propia enemistad contra el
campeón de la verdad. Iba a inducirlos a rechazar a Cristo y a hacerle la vida
tan amarga como fuese posible, esperando desalentarlo en su misión. Y los
dirigentes de Israel llegaron a ser instrumentos de Satanás para guerrear contra
el Salvador.
(DTG, 175-176)
Los dirigentes judíos estaban
llenos de orgullo espiritual. Su deseo de glorificar al yo se manifestaba aun
en el ritual del santuario. Amaban los lugares destacados en la sinagoga, y los
saludos en las plazas; les halagaba el sonido de los títulos en los labios de
los hombres.
(DTG, 209)
Los falsos pastores vuelven
ineficaz la Palabra de Dios…
(EUD, 252)
(En 1844) Los atalayas infieles
estorbaban el progreso de la obra de Dios. Cuando la gente comenzaba a
inquietarse, y a buscar el camino de la salvación, esos dirigentes se
interponían entre ellos y la verdad y trataban de calmar sus temores mediante
falsas interpretaciones de la Palabra de Dios. A esa obra se unieron Satanás y
los ministros no consagrados para clamar: “¡Paz, paz!” cuando Dios no había
hablado de paz. Como los fariseos de los días de Cristo muchos no quisieron
entrar en el reino de los cielos y se lo impidieron a los que estaban por
entrar. La sangre de esas almas les será requerida.
(HR, 378)
Los ministros de Cristo son los
guardianes espirituales de la gente confiada a su cuidado.
(OE, 14)
El Señor llama a pastores,
maestros y evangelistas. De puerta en puerta han de proclamar sus siervos el
mensaje de salvación.
(OE, 29)
Me veo obligada a decir que el
trabajo de muchos de nuestros ministros carece de poder.
(OE, 35)
Es la presencia junto a ellos del
Espíritu Santo lo que prepara a los obreros de ambos sexos, para ser pastores
del rebaño de Dios.
(OE, 101)
El espíritu de frivolidad puede
andar de acuerdo con la profesión de los payasos y artistas teatrales, pero
está completamente por debajo de la dignidad de un hombre elegido para estar
entre los vivos y los muertos, y para ser portavoz de Dios.
(OE, 122)
Cuando un predicador (…) descuida
los deberes de pastor del rebaño, demostrando negligencia en su ejemplo y
conducta, entregándose con los jóvenes a conversaciones triviales, bromas y
chistes, y relatando anécdotas jocosas para hacer reír, es indigno de ser
ministro del Evangelio, y necesita convertirse antes de que se le confíe el
cuidado de las ovejas y de los corderos.
(OE, 137-138)
El ministro de Dios debe poseer
humildad en un grado eminente. Aquellos que tienen la experiencia más profunda
de las cosas de Dios son los que más se alejan del orgullo y ensalzamiento
propio.
(OE, 150)
Los ministros de Dios deben hacer
resonar la voz como el sonido de una trompeta, y mostrar al pueblo sus
transgresiones. Los sermones halagadores que tan a menudo se predican no
producen impresión duradera, y después de oírlos, los hombres no quedan con el
corazón contrito, porque no les han sido declaradas las claras y agudas
verdades de la Palabra de Dios.
(OE, 155)
El espíritu del verdadero pastor
consiste en el olvido de si mismo.
(OE, 192)
Se han de dar fieles
amonestaciones, reprender pecados, enderezar agravios, tanto mediante la obra
del ministro en el púlpito como por su trabajo personal. (…) La obra del
ministro del Evangelio consiste en “aclarar a todos cuál sea la dispensación
del misterio escondido desde los siglos en Dios”. (Efe. 3:9) Si el que entra en
esta obra elige la parte donde menos tenga que sacrificarse, contentándose con
la predicación, y dejando a otro la obra del ministerio personal, sus labores
no serán aceptables a Dios.
(OE, 194)
La esposa del predicador puede
hacer mucho bien si quiere. Si posee el espíritu de renunciación, y siente amor
por las almas, puede hacer a su lado casi tanto bien como él. Una obrera en la
causa de la verdad puede comprender y alcanzar, especialmente entre las
hermanas, ciertos casos que el predicador no puede alcanzar.
Recae sobre la esposa del predicador una responsabilidad que ella no debe ni
puede desechar con ligereza. Dios le pedirá cuenta del talento qué le prestó y
de sus intereses. Ella debe trabajar con fervor y fidelidad, y en unión con su
esposo, para salvar almas. Nunca debe imponer sus deseos, ni expresar falta de
interés en la obra de su esposo, ni espaciarse en sentimientos de nostalgia y
descontento.
(OE, 213)
Por otro lado, el predicador que
permita que sus hijos se críen indisciplinados y desobedientes, encontrará que
la influencia de sus labores en el púlpito queda contrarrestada por la conducta
indigna de sus hijos. El que no pueda gobernar los miembros de su propia
familia no podrá mostrar debidamente en favor de la iglesia de Dios, ni
preservarla de la contención y controversia.
(OE, 216)
Cuando estaba preparando a Elías
para la traslación, Dios lo llevaba de un lugar a otro, a fin de que el profeta
no se asentase cómodamente en un punto, y así dejase de ganar fuerza
espiritual.
(OE, 285)
Los que se deleitan en discutir
no son idóneos para ser pastores de la grey.
(OE, 391)
No pocos ministros están
descuidando precisamente la obra para la cual han sido nombrados. ¿Por qué se nombran
miembros de juntas y comisiones a aquellos que han sido puestos aparte para la
obra del ministerio? ¿Por qué se les convoca a asistir a tantas reuniones de
negocios, muchas veces a gran distancia de sus campos de labor? ¿Por qué no se
ponen los asuntos administrativos en manos de administradores? Los ministros no
han sido designados para hacer esta obra. Las finanzas de la causa han de ser
manejadas por hombres capaces; pero los ministros han sido destinados a otro
ramo de trabajo. . . (OE, 439-440)
La iglesia está continuamente en
dificultades como consecuencia del carácter deficiente de los dirigentes.
(OE, 454)
El sistema de las ocho horas
diarias de trabajo no halla cabida en el programa del ministro de Dios. El debe
mantenerse listo para servir a cualquier hora.
(OE, 466)
El método de pagar a los obreros
varones, y de no pagar a sus esposas que participan de sus labores, no es un
plan conforme al mandato del Señor, y si se lleva a cabo en nuestras
asociaciones, se corre el riesgo de desanimar a nuestras hermanas en cuanto a
calificarse para la obra en la cual deben trabajar. Dios es un Dios de
justicia, y si los ministros reciben salario por su trabajo, sus esposas, que
se dedican a la obra tan desinteresadamente como ellos, deben recibir su paga en
adición al sueldo que perciben sus esposos, aun cuando no lo pidan.
(OE, 468)
Los maestros en las escuelas de
los profetas, los escribas, los sacerdotes y los gobernantes, fueron los
mayores perseguidores de Cristo. Todos los que hicieron gran ostentación de
poseer luz espiritual fueron los que despreciaron, rechazaron y crucificaron a
Jesús.
Los grandes hombres y mujeres y quienes profesan ser sumamente buenos, pueden
llevar a cabo obras terribles impulsados por su fanatismo y por lo exaltado del
cargo que ocupan, y vanagloriarse al mismo tiempo de que están sirviendo a
Dios.
(Cristo Triunfante, 80)
Caifás…no tenía ni la capacidad,
ni la autoridad del cielo para realizar esa labor…Caifás era sumo sacerdote
sólo en apariencias. Llevaba los vestidos sacerdotales, pero no tenía una
relación vital con Dios.
(Cristo Triunfante, 271)
No pocos de nuestros docentes de
teología no son otra cosa que infieles disfrazados…
(Palabras de Guillermo Millar en “Cristo Triunfante”, 339)
Hay muy poca oración entre los
ministros de Cristo, y demasiada auto exaltación.
(Review and Herald, 8 agosto, 1878)
Cuando los hombres ven el egoísmo
y el pecado de los profesos maestros del cristianismo, pierden
la confianza en el propio cristianismo.
(Review and Herald, 8 agosto, 1878)
Ministros de Cristo, vuestra
frialdad, falta de oración, de fervor, y de sabiduría celestial puede hacer
caer el peso de la balanza de tal forma que lo envíe a la perdición.
(Review and Herald, 8 agosto, 1878)
El verdadero ministro del
evangelio, no se presentará ante la gente para hablar palabras suaves, para
clama paz y seguridad.
(La Voz, 353)
El ministro dice a sus oyentes
que no pueden guardar la ley de Dios. “No es algo a lo que estemos sujetos en
este tiempo”. “Debéis creer en Cristo; El os salvará; creed solamente”. (…) El
ministro puede profesar ser sincero; pero está buscando tranquilizar la
conciencia agitada con una falsa esperanza.
Hay muchos a los que se les hace creer que están en el camino que lleva al
cielo, porque profesan creer en Cristo, mientras rechazan la ley de Dios. Pero
al final se darán cuenta que estaban en el camino de la perdición, en vez del
camino al cielo. El veneno espiritual está recubierto de la doctrina de la
santificación, y administrado a la gente. Miles lo tragan ávidamente, creyendo
que si simplemente son honestos en su creencia estarán seguros. Pero la
sinceridad no convertirá el error en verdad. Un hombre puede tomar un veneno
pensando que es un alimento; pero su sinceridad no le salvará de los efectos
del veneno.
(Review and Herald, 03-08-1881)
Si los vigías duermen por efecto
del narcótico satánico que les impide reconocer la voz del verdadero Pastor, y
no prestan atención a sus advertencias, en el temor de Dios les digo que serán
responsables por la sangre de los que se pierdan. Los centinelas han de estar
muy alertas; deben ser hombres que ni de día ni de noche dormiten en su puesto
del deber. Tienen que hacer sonar la trompeta con todas sus fuerzas para que la
gente se aparte del mal y escoja el bien. La estupidez y el descuido
indiferente no tienen excusa.
(Recibiréis Poder, 188)
Los que deciden dedicarse a la
obra del ministerio deben dominar bien el tema de la reforma pro salud. Los que
después de muchos años de experiencia todavía no valoran la obra médico misionera,
no deberían ser nombrados para presidir nuestras iglesias. No andan en la luz
de la verdad presente para este tiempo. Los que aman la verdad y aprecian el
tema de la temperancia en toda su trascendencia no deben estar subordinados a
un ministro que no haya prestado atención a la luz sobre el tema de la reforma
pro salud. ¿Qué ayuda puede ofrecer a una iglesia un hombre que no anda en la
luz?
(MM, 315)
Un ministro del evangelio tendrá
éxito doble en su labor si comprende como tratar la enfermedad.
(MM, 324)
Que ninguno de nuestros ministros
dé mal ejemplo por consumir carne.
(MM, 373)
Se me instruye a decir a nuestros
ministros y a los presidentes de nuestras asociaciones: Vuestra utilidad como
obreros para Dios en la obra de recuperar las almas que perecen, depende
mayormente de vuestro éxito en vencer el apetito.
(MM, 393)
Que ninguno de nuestros ministros
gaste tiempo y energía trabajando por los que conocen la verdad. En lugar de
ello, que busquen a los que están fuera del redil.
(MM, 421)
Cuando surgen errores y son
enseñados como verdad bíblica, los que están conectados con Cristo no confiarán
en lo que dice el ministro, sino que, como los nobles bereanos, escudriñarán
cada día las escrituras para ver si estas cosas son así.
(Fe y Obras, 88)
Si todos los ministros del mundo
nos dijeran que estamos a salvo aunque desobedezcamos algún precepto de la
sagrada norma de santidad, eso no disminuiría nuestras obligaciones ni haría
menor nuestra culpa…
(Fe y Obras, 124)
Ahora deseo decir que Dios no ha
puesto en nuestras filas ningún poder monárquico para controlar esta o aquella
rama de la obra. La obra ha sido grandemente restringida por los esfuerzos de
controlarla a cada área…
(EUD, 54)
Los falsos pastores en su
infidelidad están clamando: “Paz y seguridad”, para aplacar la conciencia de
aquellos que por el bien de sus almas necesitan ser alarmados. Los siervos
fieles de Dios, deben emplear la voz y la pluma para que aquellos que están muy
cómodos puedan despertarse con la advertencia.
(Carta 1, 12 octubre 1875)
However high any minister may
have stood in the favour of God, if he neglects to follow out the light given
him of God, if he refuses to be taught as a little child, he will go into
darkness and satanic delusions and will lead others in the same path.
(Testimonies, vol 5, p 214)
Los sacerdotes y ancianos (…)
habían de perder sus cargos o condenar a muerte a Jesús.
(PE, 166)
Los esfuerzos de Satanás contra
los defensores de la verdad se volverán más intensos y decididos a medida que
se aproxime el tiempo del fin. Así como en los días de Cristo los sacerdotes y
dirigentes principales instigaron al pueblo contra él, así también los
dirigentes religiosos promoverán resistencia y prejuicios contra la verdad para
este tiempo.
(Ev.175; OE, 33)
Los más rigurosos castigos caerán
sobre los que han tomado a su cargo la obra de ser pastores de la grey, porque
han presentado a la gente fábulas en vez de presentar la verdad.
(Carta 30, 1900; 4 CBA 1178)
Ahora es exactamente como en los
días de los judíos. Cuando llegaba un mensaje, todo el poder de los dirigentes
era puesto contra él, para que la gente no tuviera acceso al mismo. Ahora,
hermanos, acudid a Dios por vosotros mismos, y rogad a Dios de rodillas…Si Dios
nos envía luz, permitid que nos llegue, y no permitáis que ningún hombre cierre
la puerta, o intente cerrarla. No la cerréis vosotros mismos. Abrid la puerta
de vuestro corazón y permitid que los rayos de luz brillante resplandezca en vuestro
corazón y vuestra mente. Oro para que permitáis que el Sol de Justicia penetre
en vosotros.
(Manuscrito liberado 900, Manuscrito 9, de 1890. Materiales de 1888, 541)
En el temor y el amor de Dios a
aquellos ante quienes estoy afirmo hoy que hay una mayor luz para nosotros, y
que grandes bendiciones vienen con la recepción de esta luz. Y cuando veo a mis
hermanos agitados con ira contra los mensajes de Dios y sus mensajeros, pienso
en las escenas similares de la vida de Cristo y los reformadores. La recepción
que se les dio a los siervos de Dios en épocas pasadas es la misma que reciben
hoy aquellos a quienes a través de los cuales Dios está enviando preciosos
rayos de luz. Los líderes del pueblo hoy siguen el mismo curso de acción que
los judíos siguieron. Ellos criticaron y acosaron con una pregunta sobre otra,
y rechazaron admitir la evidencia, tratando a la luz enviada a ellos de la
misma manera que los judíos trataron la luz que Cristo les llevó a ellos.
(Materiales de 1888 Vol. 2, p. 911.)
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Cristo, el pastor principal, ha
confiado el rebaño a sus ministros como subpastores; y les manda que tengan el
mismo interés que él manifestó, y que sientan la misma santa responsabilidad
por el cargo que les ha confiado. Les ha mandado solemnemente ser fieles, apacentar
el rebaño, fortalecer a los débiles, animar a los que desfallecen y protegerlos
de los lobos rapaces.
Para salvar a sus ovejas, Cristo entregó su propia vida; y señala el amor que
así demostró como ejemplo para sus pastores. “Mas el asalariado, y que no es el
pastor, de quien no son propias las ovejas,” no tiene verdadero interés por el
rebaño. Trabaja solamente por la ganancia, y no cuida más que de sí mismo.
Calcula su propia ventaja, en vez de atender los intereses de los que le han
sido confiados; y en tiempos de peligro huye y abandona al rebaño.
El apóstol Pedro amonesta a los subpastores: “Apacentad la grey de Dios que
está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; y no como
teniendo señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo dechados de la
grey.” Y Pablo dice: “Por tanto mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que
el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del
Señor, la cual ganó por su sangre. Porque yo sé que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado.” (1
Ped 5: 2, 3; Hech. 20: 28, 29.)
Todos los que consideran como un deber desagradable el cuidado y las
obligaciones que recaen sobre el fiel pastor, son reprendidos así por el
apóstol: “No por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino
de un ánimo pronto.” El jefe de los pastores despediría de buena gana a todos
estos siervos infieles. La iglesia de Cristo ha sido comprada con su sangre, y
todo pastor debe darse cuenta de que las ovejas que están bajo su vigilancia
han costado un sacrificio infinito. Debe considerar a cada una de ellas como un
ser de valor inestimable, y debe ser incansable en sus esfuerzos por
mantenerlas en un estado sano y próspero. El pastor compenetrado del Espíritu
de Cristo imitará su ejemplo de abnegación, trabajando constantemente en favor
de los que le fueran confiados, y el rebaño prosperará bajo su cuidado.
Todos tendrán que dar estricta cuenta de su ministerio. El Maestro preguntará a
cada pastor: “¿Dónde está el rebaño que te fue dado, la grey de tu gloria?”
(Jer. 13: 20.)
(PP, 189-191)
Al dirigirse a los ancianos de
iglesia recordándoles sus responsabilidades como subpastores del rebaño de
Cristo, el apóstol escribió: “Apacentad la grey de Dios que está entre
vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por
ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; y no como teniendo señorío sobre
las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey. Y cuando apareciera
el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de
gloria.”
Los que ocupan la posición de subpastores deben ejercer una diligente
vigilancia sobre la grey del Señor. No debe ser una vigilancia dictatorial,
sino una que tienda a animar, fortalecer y levantar. Ministrar significa más
que sermonear; representa un trabajo ferviente y personal. La iglesia sobre la
tierra está compuesta de hombres y mujeres propensas a errar, los cuales
necesitan paciencia y cuidadoso esfuerzo para ser preparados y disciplinados
para trabajar con aceptación en esta vida y para que en la vida futura sean
coronados de gloria e inmortalidad. Se necesitan pastores -pastores fieles- que
no lisonjeen al pueblo de Dios ni lo traten duramente, sino que lo alimenten
con el pan de vida; hombres que sientan diariamente en sus vidas el poder
transformador del Espíritu Santo, y que abriguen un fuerte y desinteresado amor
hacia aquellos por los cuales trabajan.
(HA, 419,420)
¿Pueden reformar a otros, cuando
no pueden reformarse ellos mismos?
(Carta 121, 15 Marzo, 1905)
Si los ministros que son llamados
para predicar el más solemne mensaje jamás dado a los mortales, evaden la
verdad, son infieles en su trabajo, y son falsos pastores de ovejas y de
corderos. Las afirmaciones de muchos no tienen ningún valor. Permitamos que la
palabra de Dios les hable a las personas.
(Review and Herald, 11 Marzo de 1902)
Sobre los ministros de Dios
descansa una solemne y seria responsabilidad. Se demandará de ellos una
estricta cuenta por la forma en que han desempeñado su responsabilidad. Si no
presentan ante la gente las demandas obligatorias de la ley de Dios, si no
predican con claridad la Palabra, sino que confunden la mente de la gente con
sus propias interpretaciones, son pastores que se alimentan a sí mismos, pero
no alimentan a la grey. Invalidan la ley de Jehová, y las almas perecen debido
a su infidelidad. La sangre de esas almas recaerá sobre su cabeza. Dios los
llamará a cuentas por su infidelidad. Pero de ninguna manera esto excusará a
los que atendieron los sofismas de los hombres dejando a un lado la Palabra de
Dios. La ley de Dios es una manifestación del carácter divino. Y su palabra no
es Sí y No, sino Sí y Amén (Carta 162, 1900).
Hay ministros que son orgullosos,
autosuficientes, demasiado sabios para buscar a Dios en oración y para
humillarse a estudiar las escrituras diariamente para encontrar nueva luz.
Muchos cerrarán sus oídos al mensaje que Dios les envía, y los abrirán al
engaño y la decepción.
The Ellen G. White 1888 Materials, 357
Vi que nuestro mensaje no era
para los pastores que han descarriado el rebaño, sino par alas pobre,
hambrientas ovejas dispersas.
(The Present Truth, March 1, 1850)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZUK3aG_7OuHRdXyTm_bnT_wUUCAgkuViA-o4MDxsLZoe0fNuzqumCTh-n7N-QM1j4SxbQBlYMIjRILVBWCkWSC601TaXsZrzdO4Ba7Y3MxI-a1sZ01wfr2qRVRm3GsiQXMJJ3o-NlYo-g/s1600/predicaciondecristo.jpg)
Decimos decididamente a cada
ministro de Jesucristo que debe unirse a la Fuente de toda luz y poder y que no
debe seguir la sombra de otro hombre viviente, porque es Cristo a quien debe
estar sujeto, y no debiera unir su corazón a otro ser humano y permitir que el
hombre piense por él. No está tomando su posición en la sociedad o en el mundo
si simplemente acepta lo que su padre ha dicho, y lo que su padre, u otro buen
gran hombre en generaciones pasadas, ha hecho, y se sumerge a sí mismo, y su
individualidad, en ellos. Algunos que piensan que predican el evangelio están
predicando las ideas de otros hombres. De algún modo han llegado a la
conclusión no es parte del llamado o de la obra de un ministro pensar
diligentemente y con oración. Aceptan lo que otros han enseñado sin ejercer su
individualidad. Esta doctrina, enseñada por la iglesia de Roma, es la
dependencia completa en los dirigentes. La conciencia individual no es propia;
el juicio debe ser controlado por las ideas de otros hombres, y su inteligencia
no debe sujetarse más allá de la de los dirigentes.
Satanás tiene su mano en todo esto para reducir la obra de Dios.
(Materiales 1888, p.834)
El ridículo abarata la mente de
cualquiera que se enreda en él, ya que separa su alma de Dios. No se debiera
poner ninguna confianza en el juicio de quienes hacen esto, ningún valor se le
debiera dar a sus avisos o resoluciones…Acusar a los trabajadores a quienes
Dios está usando es acusar a Jesucristo en la persona de sus santos.
(Materiales 1888, p.941)
Los ministros predican cosas
suaves para adaptarse a los profesos carnales. Esto es lo que Satanás quiere.
Ellos no se atreven a predicar a Jesús y las verdades cortantes de la Biblia;
porque si lo hicieran; estos profesos carnales no las escucharían. Muchos de
ellos son ricos, y se prefiere retenerlos en la iglesia, aunque no son más
aptos para estar allí que Satanás y sus ángeles.
(Spiritual Gifts, volume 1, 127)
No se debe animar a los hombres a
entrar en el campo como ministros sin tener evidencia inequívoca de que Dios
los ha llamado.
(OE, 452)
La posición que ocupa el hombre
no cambia su carácter.
(Manuscript Releases, 1305)
Hermanos, yo veo vuestro peligro,
y pregunto nuevamente, ¿el que está cometiendo algún error, está haciendo algún
esfuerzo para corregirlo? Las almas pueden estar tropezando, caminando en
tinieblas, porque ustedes no han hecho ningún camino derecho para vuestros
pies. Si ustedes están en posiciones de confianza, les hago el mayor apelo
sincero, por amor a vuestras propias almas y por amor a aquellos que los miran
como guías, arrepiéntanse ante Dios de todo error cometido, y confiésenlos.
Si ustedes tienen indulgencia con la dureza de corazón, y a través del orgullo
y de la justicia propia no confiesan vuestras faltas, seréis abandonados a las
tentaciones de Satanás. Si cuando el Señor os revela vuestros errores, no os
arrepentís ni hacéis confesiones, sus providencias os llevarán al mismo terreno
una y otra vez. Seréis abandonados para que cometáis los mismos errores, os
continuará faltando sabiduría, y llamaréis al pecado justicia, y a la justicia
pecado. La multitud de engaños que prevalecerán en estos últimos días os
cercarán, y cambiaréis de líderes, y no sabréis que lo habréis hecho.
(RH, 16 de Diciembre de 1890.)
He sido instruida que el enemigo
busca conectarse con los hombres que llevan grandes responsabilidades en la
obra de Dios, para que pueda llenar sus mentes con malas ideas. Bajo su
influencia los hombres sugerirán muchas cosas que son contrarias a la mente de
Dios.
(Special Testimonies, Series B, 48.)
Los líderes no sólo son
responsables por sus errores no santificados, sino también por los de aquellos
que siguen su ejemplo. Y cuando se les reprende por introducir principios
equivocados, manifiestan un espíritu perverso…Esta es la razón por la que el
Espíritu de Dios no se manifiesta en nuestras iglesias.
(Manuscrito Liberado, 1305)
Cuando aquellos a quienes Dios ha
exaltado a puestos de elevada confianza se apartan de él y se vuelven a la
sabiduría humana, su luz se convierte en oscuridad; y qué grande es esa
oscuridad.
(Manuscrito 132, 1902)
En los escribas, fariseos y
gobernantes, Jesús no encontró los odres para su vino nuevo. Se vio obligado a
apartarse de ellos y acudir a hombres humildes, cuyos corazones no estuvieran
llenos de envidia, codicia y justicia propia. Los humildes pescadores
obedecieron el llamamiento del Maestro divino, en tanto que los escribas y
fariseos rehusaron ser convertidos.
(Exaltad a Jesús, 253.2)
“Vosotros sois la sal de
la tierra.” (Mt.5:13) Estas palabras fueron dirigidas a unos pocos humildes
pescadores. Había sacerdotes y rabinos oyéndolas, pero no iban dirigidas a
ellos. Así Cristo nos da una idea de lo que constituye el valor de la
influencia humana. Es actuar bajo la influencia de Cristo.
(En lugares celestiales, 240)